Rabino Efraim Rosenzweig
(Génesis 18.1-22:24 )
Este shabat leemos la parashat Vayerá. En ella entre otros temas, la Torá nos relata que tres hombres visitan a Abraham y, entre otras cosas, le anuncian la inminente destrucción de Sedom y Amorá. Este hecho atañe a Abraham, porque su sobrino Lot, que lo había acompañado al comienzo de su viaje a Canaán, se había residenciado en Sedom. Abraham no centra entonces su atención exclusivamente en su sobrino y su familia.
La Torá reproduce una conversación entre Abraham y D’os, que consiste en un aparente cuestionamiento de la Justicia Divina. ¿Cómo es posible, pregunta Abraham, que quien juzga toda la tierra no haga justicia? Hashofet kol haaretz, lo iaase mishpat? Seguramente hay personas justas en Sedom y Amorá, ¿acaso se puede destruir a los justos al mismo tiempo que se elimina a los malvados?, señala Abraham.
Estamos frente a una concepción totalmente diferente de la deidad. Abraham no es un iconoclasta porque destruye ídolos materiales. Abraham es un revolucionario porque rompe con conceptos y formulaciones que no permiten ningún intercambio, ningún diálogo, entre el ser humano y la deidad. De allí en adelante, Dios aportará una constitución, una Torá propia de Él, que deberá regir sus actos.
Lot se salva de la destrucción de las ciudades, pero sus hijas concluyen que el mundo entero ha sido destruido. El fuego y el humo, el hedor del azufre y de la furia de la lluvia celestial las llevan a concluir que están presenciando el fin de los tiempos. Frente a la posibilidad de presenciar el eclipse final de la especie humana, deciden emborrachar al padre, tienen relaciones sexuales con él y procrean a los antepasados de nuevos pueblos.
Es muy difícil juzgar la acción de las hijas de Lot. Nos encontramos en los albores de la historia de la civilización y muchas de las normas morales que hoy consideramos fundamentales, eran desconocidas entonces. Este es un ejemplo adicional de un comportamiento humano que se está dejando atrás para evolucionar paulatinamente hacia normas y conductas que pertenecen a un estadio moral superior.
La realidad actual es que estamos aún en plena evolución. En esta época existen versiones de las hijas de Lot en nuestras sociedades: por ejemplo, padres que abusan de sus hijos. Después de milenios de desarrollo y evolución, aún retrocedemos hacia lo primitivo.
Los períodos de opresión conducen a las nuevas generaciones al deseo de liberarse por completo de los tabúes de otras épocas. El resultado, en muchas oportunidades, es una inclinación hacia el libertinaje y el despojarse de todas las inhibiciones. La revolución sexual de nuestros tiempos, por mencionar un ejemplo, ha eliminado muchas hipocresías, pero ha traído consigo el debilitamiento de las instituciones que han sido la base de nuestra sociedad. Al fin de cuentas, las enseñanzas de Abraham siguen vigentes.
Shabat Shalom!