Rabino Efraim Rosenzweig
(Génesis 32:4-36:43)
En la parashat Vaishlaj se nos relata que, después de veinte años de ausencia de Iaacov del hogar paterno, llegó el momento del retorno. En los últimos días, Iaacov había concluido que la influencia de Laván lo había contagiado y que había llegado la hora de enfrentar la realidad: la ira de su hermano. Pero esta vez venía acompañado por doce varones, una multitud de sirvientes y miles de cabezas de animales que conformaban su rebaño. Los exploradores que envió informaron que Esav venía al encuentro con cuatrocientos hombres, número que auguraba una confrontación bélica. Iaacov tenía que prepararse.
La noche antes del encuentro salió solo, posiblemente para meditar acerca del posible desenlace del próximo día.
Topó con un ish, un enigmático ser humano o ángel contra quien tuvo que luchar hasta el amanecer. ¿Quién era esa figura emblemática? Era un hombre, un ser diabólico o un ángel. Si era efectivamente un ángel, ¿cuál había sido su misión? Hay quienes opinan que se trató del ángel protector de Esav que venía a herir a Iaacov, para debilitarlo antes del encuentro del día siguiente entre los hermanos. Otros opinan que era el ángel protector de Iaacov, cuya misión era entrenarlo y enseñarle cómo sobreponerse a Esav.
Rambam, opina que este episodio ocurrió en el cerebro de Iaacov. Se trató de un sueño. Tal como el burro de Bileam que, años más tarde, hablaría solamente en la mente del profeta. Una especie de fantasía que tenía una característica profética. De acuerdo con Rambam, el texto bíblico se refiere, tal vez, a la lucha que Iaacov tuvo que hacer contra sí mismo. El sueño había tenido una fuerza real, porque le había producido una herida en el muslo.
Abarbanel, que se apunta a la interpretación de Rambam que todo había sucedido en el transcurso de un estupor profético, diferencia entre “sueño” y “visión”. En el caso de una “visión profética”, los hechos adquieren una realidad tangible, como en el caso de los tres personajes que se presentaron ante el convaleciente Abraham después de la circuncisión.
Para Abarbanel, no era solamente una persona que deseaba eliminar a Iaacov; el ángel representó a una nación y, por ello, la lucha contra Israel no terminó con ese episodio. El Pueblo judío no será derrotado, pero será herido.
Mientras Israel resida en el territorio de Esav, mientras se encuentre en el exilio, tendrá que sufrir heridas. Pero cuando llegue la redención final, los otros pueblos tendrán que ofrecerle una bendición y, de esta manera, confirmarán la autenticidad y legitimidad de la bendición original que Iaacov recibió del anciano Itsjak.
¡Shabat Shalom!