(Levítico 6:1-8:36)
L a lectura de este Shabat, que es la parashat Tzav, continua la relación comenzada la semana pasada y que nos refiere a las ofrendas y sacrificios que cada uno hace. Por otro lado, este Shabat se conoce como Shabat Hagadol, “el gran sábado”, por ser el Shabat previo al comienzo de la festividad de Pesaj.
Para empezar, ¿cuál podría ser el posible propósito de estos sacrificios? Está claro que la intención no es la de “alimentar” a D’os con la carne y la sangre del animal ofrecido. Hay quienes sugieren que, es una vía adicional para acercarse al Creador. Nos dicen que el korbán es el instrumento que el hombre utiliza para comunicarse con D’os y al mismo tiempo para tomar mayor conciencia de Su existencia y de Su providencia. Si esta era la intención original, ¿en qué forma podemos suplir actualmente esta necesidad cuando, debido a la destrucción del Beit HaMikdash, no podemos continuar con los sacrificios?
El Talmud, anticipando nuestra pregunta, reseña una conversación en la cual Abraham le plantea a D’os esta misma pregunta. ¿” Cómo obtendrá el Pueblo judío el perdón por sus pecados en ausencia de los sacrificios”? La respuesta que se obtiene es, “cuando Israel recite el orden bíblico de las ofrendas, lo consideraré como si los hubiesen ofrecido en realidad y les perdonaré sus pecados”. De esta manera la tradición judía se refugia en la palabra y en el estudio y señala a éste última, como el factor que puede compensar las circunstancias transitorias y que, en última instancia, entroniza al estudio como el bien supremo.
El orden de nuestros rezos diarios se rige por los sacrificios del Beit HaMikdash. Apoyándose en el hecho que había un korbán denominado tamid, los jajamim ordenaron un servicio diario denominado Shajarit que debe recitarse en las primeras horas de la mañana que coincide con el horario de este sacrificio. Para recordar las ofrendas del incienso, en las tardes, sobre un altar dorado, mizbéaj hapenimí, se instituyó el servicio de Minjá. Según el Zóhar, la recitación del orden del ofrecimiento del incienso sirve para remover las impurezas del mundo para que las plegarias sean atendidas. Igualmente se sugirió la recitación de Arvit o Maariv para hacer alusión al ofrecimiento de las horas de la noche. Dado que en los días festivos se ofrecían ofrendas adicionales, nuestros rezos reflejan este hecho con la inclusión del servicio de Musaf.
El culto dentro de la Sinagoga es, por lo tanto, un eco de lo que acontecía en el Templo de Jerusalem y el hogar de cada uno tiene ciertas características que igualmente hacen alusión al mismo Beit HaMikdash. La mesa de la casa debe considerarse como un altar y los alimentos como sacrificios, así opinan nuestros jajamim. Por lo tanto, nos lavamos las manos antes de comer, porque el kohén, según la instrucción bíblica tenía que lavarse las manos antes de la ofrenda. En el Beit HaMikdash había un kiyor, un recipiente con agua santificada de donde se derramaba ese líquido sobre las manos y los pies del kohén antes de los sacrificios.
Aunque carecemos hoy de un Beit HaMikdash, el principio del sacrificio continúa vigente. En toda relación humana de importancia y significación se requiere de nuestro dar, de nuestro aporte personal y en última instancia, de nuestra entrega total.
¡Shabat Shalom!