Rabino Efraim Rosenzweig
(Números 4:21-7:89)
Uno de los temas destacados en los capítulos bíblicos se refiere al nazir, la persona que toma la decisión de abstenerse de comer uvas y de tomar vino, promete no cortarse el pelo y de evitar cualquier contacto con un difunto. (El estado de nazir tiene validez por treinta días, a menos que se haya especificado un lapso diferente).
Nos encontramos, probablemente, con la decisión personal de privarse de algunos de los placeres de este mundo, porque se considera que éstos conducen a comportamientos indeseables. En efecto, dado que un capítulo anterior se refiere el proceso de investigación de una mujer cuyo esposo sospecha que comete adulterio, nuestros jajamim concluyen que la ley del nazir es mencionada de inmediato, porque el abuso del vino también puede traer como consecuencia la licencia sexual.
El nazir posiblemente considera que algunos disfrutes son ilícitos o que es demasiado débil para poder gozar de estos placeres, sin comprometer su integridad moral y religiosa. Este concepto es típico de numerosas religiones y se admite igualmente que privarse de algunos gustos es bien visto por los dioses. Según el comentarista Ibn Ezra, los seres humanos somos esclavos de nuestras pasiones, y el auténtico rey es aquel que se libera del yugo de las pasiones. Abstenerse de lo mundano puede considerarse, también, como un castigo autoimpuesto por los pecados cometidos.
En una Baraitá, que es un texto rabínico no incluido en la Mishná, nos encontramos con una diferencia de opiniones acerca de nuestro tema. Rabí Eliézer Hakapar hace referencia al hecho que la Torá exige que el nazir ofrezca un sacrificio al término de su período de abstención y por lo tanto lo califica de pecador; mientras que Rabí Elazar lo considera un virtuoso, apoyándose también en otra expresión de la Torá. Esta diferencia refleja la tensión existente dentro del judaísmo respecto a los placeres de este mundo. Por un lado, estamos conscientes que debemos ponerles freno a nuestros apetitos, tal como lo expresara el citado Ibn Ezra y, por otro lado, nuestra tradición enseña que quien ha visto algo que parece ser placentero y se abstiene de disfrutarlo, será responsable de su acción.
Durante los años de la existencia del Beit HaMikdash, la secta de los Isiim, que son los Esenios, aparentemente practicó cierto ascetismo y seguramente no fueron los únicos en hacerlo en aquella época. Los jajamim no se inclinaron a exhortar las bondades de abstenerse de los placeres, aunque sí señalaron que el exceso de goce resulta nocivo.
Tal vez, uno de los motivos principales para la opinión de nuestros jajamim, sea que las personas que practican la abstinencia y que son muy severas consigo mismas, tienden a ser poco generosas en sus relaciones con sus semejantes.
La persona que considera que la abstinencia en el goce de cualquier placer es el comportamiento correcto, no puede responder con criterio de amplitud a las necesidades de otros. Volvemos al shevil hazahav, (regla de oro) al delicado balance que se requiere para poder gozar de lo material sin comprometer el valor de lo espiritual. Es tarea individual y personal de cada uno, encontrar ese delicado equilibrio entre las cosas y las ideas, entre poseer y ser. Una vida que se rige por las Mitzvot, es el marco por excelencia que nuestra tradición ofrece para cumplir la tarea.
Shabat Shalom!