Rabino Efraim Rosenzweig
Los últimos párrafos de la Torá se leen en los días finales de la festividad de Sucot, días que nuestros Jajamim califican como una festividad aparte.
En Israel se celebra el octavo día de Sucot bajo el nombre de Sheminí Atséret y en la Golá, la diáspora, se celebra un día adicional que se denomina Simjat Torá. Este día de Simjat Torá, que quiere decir “la alegría de la Torá”, es seleccionado para finalizar el ciclo anual de lectura.
Tal como su nombre lo indica, es un momento de alegría y de regocijo por haber terminado la lectura (el estudio) completa de la Torá. El hecho que se dé comienzo a un nuevo período de lectura, el Shabat siguiente, significa que consideramos que uno nunca termina de estudiar la Torá. Cada lectura adicional, sirve para un aprendizaje nuevo, para una comprensión más profunda de este mensaje eterno.
Nuestro texto reza Torá tsivá lanu Moshé, morashá kehilat Yaacov, que quiere decir, Moshé nos dio una Ley, posesión de la comunidad de Yaacov. La palabra Morashá, proviene de la misma raíz que Yerushá que significa herencia. Samson Raphael Hirsch hace hincapié en el hecho de que la palabra Morashá no pertenece a la declinación pasiva del verbo. Morashá supone acción. Por lo tanto, la enseñanza es que la Torá no es adquirida en forma pasiva. Se requiere el estudio activo para su adquisición y posesión.
El Midrash plantea la pregunta, ¿por qué no entregó D’os la Torá al primer judío, o sea al patriarca Avraham? La respuesta que se ofrece es que la Torá que contiene seis cientos mil letras, le fue otorgada al Pueblo cuando contaba con el mismo número de almas. Efectivamente, ese fue el número de los hombres adultos en el momento de Yetsiat mitsráyim, que es el éxodo de Egipto. Esto quiere decir que, a cada miembro del Pueblo judío de aquel entonces, le corresponde una letra de la Torá.
La enseñanza que se desprende de este Midrash , es que la Torá no es la posesión o la herencia personal de un solo individuo, incluyendo al Adón haNeviim, al señor de los profetas, Moshé Rabenu. La Torá es el tesoro de la comunidad, de todo el Pueblo. Cada una tiene una “letra personal” que contribuir al conocimiento. La enseñanza y la transmisión de la sabiduría contenida en estos rollos es responsabilidad de cada generación. Así dicen los Jajamim, Kol hamonea halajá mipí talmid keilu gozló minajalat avotav, que quiere decir que son equivalentes, ocultarle a un discípulo una ley de la Torá y despojarlo de su herencia ancestral.
Con su último aliento Moshé bendice a cada una de las tribus de Israel.
El Talmud y el Midrash contienen diversas versiones y relatos del fallecimiento de Moshé. Los ángeles se negaron a ser los emisarios para llevar su Neshamá, que es el alma. D’os mismo, entonces, le arrebata la Neshamá a Moshé con un beso. Moshé es enterrado en un lugar desconocido a fin de que su sepulcro no se convierta en un lugar de adoración. La tradición judía es muy celosa con su idea monoteísta y no permite que un ser humano sea confundido con la divinidad. Pero si no se sabe dónde está el sepulcro, ¿quién enterró a Moshé?
Según una interpretación, D’os enterró a Moshé. Una segunda versión afirma que Moshé se enterró a sí mismo. La enseñanza que se deduce es que Moshé no ha muerto, en el sentido corriente de la palabra. La enseñanza de Moshé continua vigente hasta nuestros días. En efecto, Lo kam naví od beIsrael keMoshé, desde aquel entonces en los anales de nuestra historia no surgió una personalidad de igual fuerza espiritual. El liderazgo de Moshé es único.
El estudio cuidadoso del texto de la Torá revela una oposición básica al liderazgo supremo de un ser humano.
¿Bajo qué nombre conocemos usualmente a Moshé? La respuesta inmediata es Moshé Rabenu, que quiere decir nuestro maestro Moshé. Este tipo de liderazgo no es incondicional y puede confrontarse con otros argumentos intelectuales. Y esta es una característica del espíritu de nuestro Pueblo, que consiste en el cuestionamiento de las cosas y de las personas. Por otro lado, la aceptación del liderazgo razonado es totalmente voluntaria, porque radica en el reconocimiento de que la conducción de los destinos de los pueblos se apoya en el intelecto y el raciocinio.
El liderazgo intelectual sobrevive al individuo, porque se fundamenta en ideas y no en una personalidad dominante.
Shabat Shalom ve Jag Sameaj!