EXCLUSIVO DESDE ISRAEL
“LOS SOBREVIVENTES Y SUS PENURIAS”
Por Ramy Wurgaft
(Desde el Kibutz Be´erí y desde la Alta Galilea)
De lejos se divisaban las viviendas en ruinas, los penachos calcinados de las palmeras, boquetes de proyectiles en el estanque de agua. Pero recién al traspasar el portón, a la entrada del kibutz Be’erí, percibimos el olor de la pólvora, de la gasolina y de las cosas chamuscadas.
Sería cosa de mi imaginación, pero también me pareció sentir un olor a cuerpos en descomposición. Y eso que habían pasado ocho meses desde que los equipos de rescate rastrillaron cada centímetro, hasta retirar los cadáveres de los 100 javerim asesinados, de los 19 soldados caídos cuando venían a rescatarlos y de los más de 120 terroristas de Hamás eliminados por los defensores. La misma gente del kibutz acabó con más de la mitad de los terroristas: con pistolas de bajo calibre, con objetos cortantes o contundentes y en ocasiones, a mano limpia. “Hace unos días llovió fuerte. Pensamos que con la lluvia el aire se purificaría, pero el tufo quedó estancado”, comenta Noa Artzi, con una voz opaca, que no denotaba emoción alguna. Durante todo el recorrido, la joven de 19 años parecía ajena a lo que veía. Yo en cambio, me doblé en una arcada al recordar la pesadilla de una guerra pretérita. El fotógrafo Eldad Rafaeli me ofreció unos pañuelos desechables. “Pensé que lo había superado, pero no…”, me disculpé. Eldad asintió con la cabeza.
Noa Artzi nació hace 19 años en Be’erí, y actualmente se encuentra cumpliendo el servicio militar. El fatídico 7 de octubre del 2023 se hallaba en la base, donde oficia de instructora, cuando se enteró de lo que acontecía en las comunidades limítrofes con Gaza. Un oficial compareció al volante de un jeep y la invitó a subir, al tiempo que le entregaba un fusil de asalto. No hacía falta dar explicaciones: irían a defender a Be’erí; a combatir a los terroristas. A su llegada se encontraron con que una dotación de Shaldag, unidad de élite, ya operaba dentro del kibutz, pero no en número suficiente. En cuanto a Noa, el mencionado oficial afirma que la chica hizo suficientes méritos como para recibir una distinción del Ejército.
Camino de la casa donde vivía la madre de Noa tuvimos que sortear montañas de escombros. Muebles despanzurrados, bicicletas retorcidas, trozos de hormigón.
En la única muralla que quedó en pie de la vivienda materna, se aprecia un boquete de como 20 cm de diámetro, rodeado de una aureola de tizne. “Fue un proyectil antitanque; de los que penetran el blindaje (en este caso la muralla) y despedazan todo lo que se encuentra en el interior”, indicó nuestra anfitriona. Sus grandes ojos se posaban en la devastación como quien contempla una lápida. Permanecimos un rato en silencio. Los únicos ruidos que se escuchaban eran los click de la cámara fotográfica, y de fondo, las explosiones del combate dentro de la Franja de Gaza.
A unos 200 mt., en el barrio de los fundadores, se hallaban los restos de la que fuera la casa del abuelo de Noa. La joven recomendó que permaneciéramos fuera. En primer lugar, no había donde entrar. Además, los fierros enhiestos y las astillas de vidrio podían lastimarnos.
Fue un doble milagro que el abuelo y la madre de Noa lograran escapar con vida. El abuelo, veterano de todas las guerras, escapó reptando entre los arbustos en cuanto oyó las primeras ráfagas. Su hija rompió el marco de la ventana con un escobillón y saltó dentro de una zanja.
El kibutz, fundado en 1946, estaba formado por 1,200 habitantes de los cuales el 10% pereció y a otros cinco los secuestraron los terroristas. Antes de la hecatombe, Be’erí era una comunidad próspera. Poseía una imprenta de última generación y estaba asociada a otros kibutzim, en un gran estudio de arquitectura y diseño con representación en varios países.
¿Y ahora qué? En los días previos a nuestra visita, un grupo de javerim con cargos administrativos se reunió en el comedor comunitario -el edificio quedó casi intacto- a debatir sobre el futuro del kibutz. De la información que logramos recabar, el 70% piensa instalarse en Jatserim, un kibutz fuera del área de peligro, hasta que se aclare la situación. El 15% se ha propuesto iniciar una nueva vida en cualquier ciudad al interior del país. Y el 15% restante, Noa entre ellos, resolvió aferrarse con uñas y dientes a Be’erí. La joven se incorporó al equipo de reconstrucción del kibutz que dirigen GuioraOz y Ramy Gold, dos tipos curtidos que se rehúsan hablar con nosotros. “No time”, refunfuña uno de ellos, en inglés.
Del gobierno que encabeza Netanyahu, los javerim no esperan ayuda alguna. ¿Por qué? Porque la mayoría de los pobladores de Be’erí están en el lado opuesto del mapa político. En su visita al lugar, la ministra de Transporte, Miri Reguev, no se anduvo con rodeos: “este lugar (Be’erí) será el último en recibir ayuda”. ¡El último!, pese a haber sido la comunidad con el mayor número de víctimas en todo el país…
En el extremo norte del país, no hubo una carnicería como la que perpetraron los terroristas de Gaza. Pero, desde el 8 de octubre en adelante, la milicia Hezbolá no ha parado de lanzar misiles antitanques y de enviar UAVs (vehículos aéreos no tripulados) con cargas explosivas, desde las posiciones que ocupa al sur del Líbano. El gobierno de Israel dispuso que 28 comunidades que se encuentran a menos de 4 km de la frontera fueran evacuadas, entre ellas la histórica Metula, una ciudad fundada en 1896. Provoca angustia ver a la “madre de la Galilea” convertida en una ciudad fantasma.
Por hallarse a 10 km de la frontera (si se mide de sur a norte) Kiriat Shmoná quedó fuera de la lista de las evacuaciones, así como de las ayudas estatales. No obstante, de los 23 mil habitantes de la ciudad, más de la mitad partió hacia el sur, huyendo de los proyectiles que caen a diario sobre sus cabezas. “Esto es una ruleta rusa. No sabes dónde va a caer el próximo cohete”, dice Avihai Stern, alcalde de Kiriat Shmoná. El edil acusó al gobierno de estar utilizando a sus vecinos como escudos humanos. Según Stern, no basta con los ataques que la fuerza aérea (israelí) realiza en la profundidad del Líbano. “Hace falta una maniobra terrestre que expulse a los terroristas al otro lado del río Litani (a cinco kilómetros de la frontera con Israel)”, concluye el alcalde.
Es imposible precisar el número de habitantes que ha abandonado, temporaria o permanentemente, la Alta Galilea. En esta región, famosa por la belleza de sus paisajes, la mayoría de los pobladores vive de la producción agropecuaria, por lo cual muchos de los varones adultos pusieron a sus familias a resguardo en ciudades como Haifa o Afula, mientras que ellos cuidan de los campos, de los establos y gallineros. “No te sorprendas; hace años que vivimos arriesgando el pellejo. Cuando el señor Nasrala (Hasan Nasrala, jefe del Hezbolá) se levanta de mal humor, dispara unos cohetes y santo remedio”, ironiza Jaim Lapidot, del moshav (asentamiento colectivo) de Avivim. Jaim, viñatero y enólogo, acusa al gobierno de destinar la mayor parte de los recursos a los asentamientos de Cisjordania. “Los colonos no dan un paso sin la protección del ejército. Nosotros somos material desechable. Así como están las cosas, los niños en edad escolar no pueden permanecer aquí. ¡Cómo van a aprender algo si a cada rato suena la alarma y deben bajar al refugio!”, protesta Lapidot. En el momento en que abandonamos Kiriat Shmoná, los hombres de Nasrala comenzaron a lanzar UAVsincendiarios sobre la Galilea. Quien sabe cuántas hectáreas de bosque nativo habrá consumido el fuego.
UNA ENCUESTA ALARMANTE
Según un sondeo realizado por el Centro de Estudios de Rupin, el 67% de los habitantes de la frontera con el Líbano y el 54% de los que habitan la frontera con Gaza, desconfía en gran medida del actual gobierno. El 91% de quienes viven cerca de Gaza estaría dispuesto a volver a sus casas si cambiaran las circunstancias. Mientras que, en el límite con el Líbano, sólo el 45% estaría dispuesto a hacerlo, pues no confían en que la situación vaya a cambiar. De acuerdo con el mismo estudio, el 25.6% de los habitantes de la Alta Galilea abandonaría Israel si pudiera. Mientras que, en la zona cercana a Gaza, el 16.8%estaría dispuesto a emigrar.