Rabino Efraim Rosenzweig
(Génesis 23:1-25:18)
La muerte de Sará es el tema de los primeros versículos del texto bíblico. Por ello este parashá se denomina Jaie Sará. Su desaparición conmovió los cimientos de la familia, porque no había sido una mujer pasiva. Ayudó a propagar el ideal que predicó su esposo Abraham. Durante la estadía de la familia en Jarán, rumbo a la Tierra Prometida, Sará demostró iniciativa propia al enseñar a las mujeres acerca de la existencia del D’os único. El enterarse de su muerte, Abraham estalló en un llanto incontenible porque Sará había sido una compañera leal que había dado a luz a Itsjak, su auténtico heredero espiritual, que tendría que llevar adelante el mensaje del monoteísmo para la Humanidad.
El hecho que el nombre de la Parashá haga referencia a la vida de Sará, sugiere que su influencia no cesó con su muerte. Abraham reconoce que el vacío creado por la muerte de Sará deberá ser compensado, tal vez a través de la introducción de otra mujer en el hogar, la futura esposa de Itsjak. Encomienda a su fiel siervo Eliézer la búsqueda de una novia apropiada, doncella que deberá provenir del seno de la familia que permaneció en Jarán. Eliézer invoca la ayuda de D’os para el cumplimiento de su misión y, en lo profundo de su espíritu, probablemente desea encontrar una mujer con las mismas características de Sará.
Rivká es la bella joven escogida por Eliézer y cuando retorna a la casa de su amo, Itsjak la introduce a la carpa que solía habitar su difunta madre. La Torá sentencia: “Y la amó”. Es la primera vez que la Torá habla del amor entre hombre y mujer, marido y esposa. El vocablo amor no aparece en el caso de Adam y Javá, Nóaj y su esposa que ni siquiera es mencionada por nombre en la Torá.
Rambán sugiere que, de acuerdo con la Torá, Itsjak estaba sumamente triste por la muerte de su madre y sólo encontró consuelo con Rivká. Así entiende Rambán el paradigma de amor que Itsjak profesó por Rivká. La amó, porque tenía la semblanza espiritual de su querida madre Sará.
No obstante, las diferencias entre las tres matriarcas, Sará, Rivká y Rajel –porque cada persona suele ser un universo por sí sola–, hay un hilo común que las une. Sará fue la fiel esposa que acompañó la labor pionera de su esposo Abraham, el iconoclasta que transformó el mapa espiritual de la Humanidad. Rivká, en cambio, reconoce que Itsjak había sufrido una metamorfosis debido a la Akedá, por haber estado atado sobre un altar para ser sacrificado, se había convertido en un ser totalmente espiritual, alejado de lo mundano, inatento a las posibles intrigas y celos que suelen surgir entre hermanos. Rajel, en cambio, tuvo que competir con su hermana Leá y sus respectivas concubinas por las atenciones de Iaacov.
No obstante, existe un denominador común para las matriarcas: su preocupación por la continuidad del ideal monoteísta, preocupación que se traduce en una actuación positiva que asegure la transmisión de los principios de la fe.
¡Shabat Shalom!