Rabino Efraim Rosenzweig
(Éxodo 18:1-20:23)
La parashá de este Shabat es la que contiene los diez mandamientos y que recibe el nombre de un personaje bastante misterioso que sin formar parte del Pueblo de Israel está profundamente ligado a él. Este personaje es Itró el suegro de Moshé. Encontramos a Itró, el sacerdote de Midián, cuando Moshé ayuda a Tsipora, su hija, a obtener agua de un pozo en contra de la voluntad de los pastores de la región. Tsipora lo invita a casa y eventualmente contraen matrimonio. Nacen dos hijos y Moshé, exilado de Egipto por temor a la venganza del faraón, se dedica al trabajo que Itró le encomendó: se convierte en un pastor. Así pasan los siguientes 40 años de tranquilidad pastoral. Será la visión de la zarza ardiente la que produzca un giro fundamental en la vida de este pastor que asume la misión de liberar a sus hermanos hebreos de la esclavitud egipcia.
Los siguientes capítulos del libro Shemot describen los detalles de esta misión, las plagas y sus consecuencias y el feliz desenlace: el Pueblo hebreo rompe las cadenas de la esclavitud y empieza la tortuosa travesía del desierto, no sin antes hacer una parada trascendental ante el monte Sinaí, donde recibe las dos Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos grabados sobre piedra. Estos Mandamientos constituyen la base de la estructura moral y ética del hombre civilizado. Las otras dos religiones monoteístas se fundamentan también en su mensaje.
¿Cuál fue el rol de Itró en esta saga, además de engendrar a la esposa de Moshé? La Torá testimonia que Itró se dirigió al desierto para encontrarse con su yerno después de haber escuchado el relato del éxodo y los milagros que D´os efectuó para salvar al Pueblo hebreo de la furia de los egipcios.
Y no era para menos. D’os había partido las aguas del Mar Rojo para que los hebreos pudieran escapar de sus perseguidores.
Itró fue al encuentro de Moshé para felicitarlo y aconsejarlo. Al ver que Moshé estaba ocupado constantemente en responder a las interrogantes de cada persona, Itró le sugirió que conformara un grupo de expertos que lo asistieran en esas labores, de manera que él pudiera concentrarse en atender cuáles deberían ser los pasos a tomar para alcanzar el destino de la gente: su consolidación como un Pueblo alrededor de los mandatos de la Torá, las mitzvot y la eventual conquista de la Tierra Prometida.
No está muy claro cuál fue el destino final de Itró. De acuerdo con Rambán, por insistencia de Moshé, acompañó al Pueblo hebreo de ese momento en adelante. De acuerdo a otros comentaristas retornó a Midián. “Ahora conozco que el Eterno es más grande que todos los dioses” (Éxodo 18:11) Itró dijo reconocer que el Creador está por encima de todas las deidades. Según la tradición judía, sabía lo que decía, porque Itró era un experto en las diferentes creencias de la época.
Conocía de cerca el panteón de ídolos que el género humano había creado y había estudiado, con lujo de detalles, las características individuales de cada uno de estos cultos.
De tal manera que cuando afirmó que el único D’os, el que había liberado al Pueblo hebreo de las cadenas de la esclavitud egipcia, se encontraba por encima de cualquier deidad, hacía esa aseveración con toda propiedad.
Se puede deducir por lo antedicho que Itró tenía gran curiosidad intelectual y que sentía un vacío espiritual que no encontraba respuesta en las creencias de su época. Motivado por una inquietud existencial, incansablemente estudió e indagó acerca de las diferentes posibilidades ideadas por el hombre, para identificar al destinatario de sus necesidades espirituales. No dejó culto sin examinar. Itró reconoció que por primera vez había encontrado un D’os que exigía una conducta moral, que no era caprichoso, que no exigía la adoración extravagante de su ser y cuya voluntad no podía “comprarse” a través de una ofrenda o algún soborno.
Shabat Shalom!