Rabino Efraim Rosenzweig
(Deuteronomio 7:12-11:25)
La parashat Ekev que leemos este Shabat es parte de la serie de discursos que pronuncio Moshé antes de su muerte. Preocupado por lo que sucedería después de su fallecimiento, exhortó al Pueblo a que siguiera el sendero de las Mitzvot, el instructivo de D’os, que había acudido a socorrerlos en los momentos de mayor dificultad.
Recordó los numerosos milagros que el Creador hizo para que pudieran sobrevivir en el desierto durante cuarenta años, el alimento y agua que les proporcionó.
Sin embargo, al cruzar el Iardén tendrían que apoyarse en sí mismos, y por ello era indispensable que no se dejaran dominar por sus apetitos y pasiones. ¿Cuál era el indicativo? Una vida gobernada por la Mitzvot, incluso aquella que es considerada de importancia menor, aquella que uno suele pisar con el talón del pie. Así lo explicaron los exégetas, al señalar que la palabra Ékev también quiere decir talón.
D’os cuidará al Pueblo como consecuencia de su cumplimiento de todas las Mitzvot, incluso aquellas que aparentan tener un efecto tangencial y que suelen ser pisadas con los talones por su aparente nula importancia. Sin embargo, los detalles suelen ser importantes, incluso cruciales, para la consecución de un objetivo. Incluso luego los sabios nos enseñarán que desconocemos la recompensa de cada mitzva y puede que aquella que consideramos ínfima tenga un valor superior a otras que consideramos importantes.
Mientras la agricultura se nutría de las aguas del río Nilo en Egipto, la tierra de Israel dependía de la abundancia de la lluvia. Por ello, Moshé exhorta en nombre de D’os: Vehayá im shamóa tishmeú el Mitzvotai, “si van a obedecer mis instructivos con detenimiento”, para señalar que la abundancia o falta de lluvia será una consecuencia del comportamiento del Pueblo, de su acatamiento de las Mitzvot. Incluso los cielos y el agua que proporcionan dependen del comportamiento humano. Se podría pensar que D’os se ocupa únicamente de los cielos, las constelaciones y nebulosas que habitan el universo, el ilimitado cosmos que nos cobija. ¿A qué se debe el interés del Creador en el ser humano, que parece insignificante cuando se le compara con la vastedad del universo? Imposible responder con certeza. Tal vez sea debido al libre albedrío, a la posibilidad de escoger que tiene la persona: obedecer o desacatar, cumplir o no hacerlo. D’os se interesa en el ser que, por voluntad propia, escoge el sendero apropiado, el camino que tiene las señalizaciones proporcionadas por el conjunto de Mitzvot.
De cierta manera, el liderazgo de Moshé tenía el objetivo de liberar al hebreo de la dependencia del milagro, de la intervención Divina en el quehacer cotidiano, para que hiciera valer su decisión propia e independiente. La Torá contiene un conjunto de instrucciones para que el ser humano tome las riendas en sus propias manos y obligue a la naturaleza a responder de acuerdo con su conducta ética. Algunos exégetas opinan que, en un principio, el asentamiento del Pueblo hebreo en la Tierra Prometida iba a realizarse de manera milagrosa, sin la necesidad de la guerra y la conquista. Aparentemente la idea fue desechada después del episodio de los Meraglim, cuando el Pueblo demostró su desconfianza en la promesa Divina. Además, la manifestación de la voluntad de D’os a través de las Mitzvot es una guía para que la persona pueda valerse por sí misma y no tenga que esperar el milagro de D’os. La cura de la enfermedad proviene de D’os, pero se hace efectiva a través de las manos del médico, quien, después de un largo período de estudio y aprendizaje, utiliza el intelecto con el cual fue dotado para enfrentar y aliviar el padecimiento de la persona.
Ékev nos enseña que debe haber una simbiosis, una combinación creativa, una sociedad entre D’os y el Pueblo hebreo, que se compromete en las mitzvot y D’os en su acompañamiento al Pueblo.
Shabat Shalom!