Rabino Efraim Rosenzweig
(Génesis 1:1-6:8)
El ciclo anual de la lectura que comenzamos este Shabat y el estudio de la Torá, empezando nuevamente con Bereshit, conduce al asombro y la reverencia por el majestuoso despliegue y formulación de las etapas de la creación del universo. Seis días de creación que colocaron cada elemento en su sitio, desde la luz, que fue creada en el primer día; un proceso que culminó con la creación del hombre en el crepúsculo del séptimo día.
En el relato de Bereshit, tropezamos con una primera dificultad al indagar de dónde provino la luz que D’os creó el primer día, en la ausencia del sol que recién sería creado el cuarto día. Debido a esta aparente incoherencia, Rashí sostiene que todas las luminarias en efecto fueron creadas durante el primer día, sólo que fueron colocadas en su lugar apropiado recién el cuarto día. Esto implica que la probable duración del día durante el proceso de la creación era totalmente diferente a nuestra experiencia actual. De tal manera que la cifra 5783, de años integrados por días de una duración de veinticuatro horas, no corresponde necesariamente a la edad del universo.
La creación de dos luminarias, una para regir durante el día y la otra para reinar durante la noche es comentada en el Midrash. Aparentemente, la luna se había quejado ante D’os y alegó que no era posible que dos entidades compartieran una sola corona. Como un castigo por este injusto clamor que exteriorizaba el celo y la envidia, el Creador decidió disminuir el tamaño de la luna enseñándonos el valor de la humildad y la necesidad de alejarse de la soberbia.
La Torá no es un libro de cosmología, no obstante, el encontrar una concordancia entre las teorías científicas y el texto sagrado, puede constituir una prueba adicional acerca de su autenticidad y veracidad.
Esta breve incursión en algunos aspectos del primer capítulo de Bereshit no debe desviar nuestra atención de su contenido aleccionador, porque la Torá es, ante todo, un tratado moral que identifica con gran precisión cuál debe ser el comportamiento del ser humano.
Cada relato que contiene debe ser visto como una enseñanza por la conducta ética del hombre. Incluso el capítulo de la creación debe producir el respeto por todos los elementos que integran la naturaleza, porque todo proviene de D’os.
De acuerdo a la tradición judía, el hecho de que el ser humano haya sido creado al final de este proceso, implica de cierta manera que todo fue hecho para el beneficio del hombre y a la vez nos enseña que incluso la partícula más ínfima y pequeña fue creada antes que el ser humano.
Al mismo tiempo, D’os marcó cuál debía ser el comportamiento del hombre cuando al colocarlo en el Gan Eden le instruyó que debía leovdó uleshomró, trabajar y cuidar el jardín. Aunque esta instrucción fue indicada para la primera pareja, continúa vigente hasta el presente.
¡Shabat Shalom!