Rabino Efraim Rosenzweig
(Levítico 26:3-27:34)
Este Shabat corresponde leer la parashat Bejukotay con la que finalizamos el tercer libro del jumas Vaikrá.
Los exégetas bíblicos asumen que la Torá es ante todo un texto moralista, que traza cuál es la línea de conducta que el ser humano debe asumir como hijo del Creador, a quien debe reconocer como el Adón Olam, el Señor del Universo, o tal como algunos traducen este concepto: el Señor Eterno.
Pero, al mismo tiempo, este código de conducta conduce invariablemente a la convivencia social y produce felicidad espiritual para el individuo.
Dado que el hombre fue lo último que D’os hizo en los seis días de Bereshit, los jajamim asumen que todo lo creado fue hecho en función de la Humanidad y sus necesidades.
El sol y la luna fueron creados obviamente para alumbrar el ambiente, y para que el ser humano pudiera calcular los días y años y supiera la fecha de las celebraciones.
Este concepto es reforzado por nuestros capítulos, que exhortan a la persona a comportarse de acuerdo con los dictámenes y promete que el cumplimiento de los imperativos divinos inducirá a la tierra para que haga brotar su fruto, y que los cielos serán generosos con el agua de las lluvias. En cambio, si la persona no cumple las mitzvot, D’os le enviará un severo castigo por medio de la naturaleza: además de una naturaleza rebelde que no responderá porque no dará fruto, el enemigo humano que siempre acechará, lo perseguirá y
doblegará.
La lectura de estas admoniciones, conocidas como Tojajá y repetidas con ciertas variantes en el Deuteronomio, intimida al lector o a quien escucha estas advertencias durante la lectura de la Torá en la sinagoga. Muchos acostumbran a leer los versículos en voz baja y, en algunas comunidades, el lector de la Torá o el gabai es llamado para la lectura de estos versículos. Incluso está la tradición de no llamar a nadie durante esta lectura, debido al temor de que sea el objetivo personal de las admoniciones y sufra sus consecuencias.
En el transcurso de la Tojajá, súbitamente aparece un versículo alentador que afirma vezajartí: D’os recuerda el Brit, el pacto que entabló con Iaacov, Itzjak y Avraham, e incluso recordará la tierra, una referencia a la Tierra Prometida. Como una señal de alivio y esperanza, quien lee la Torá levanta la voz, sube los decibeles al recitar esta promesa divina.
No obstante, las numerosas transgresiones, D’os también toma en cuenta el mérito ancestral y, por ello, se supone que será compasivo y reducirá la severidad del merecido castigo.
La inclusión del “recuerdo” divino acerca de las bondades de los patriarcas apunta al hecho de que dentro de toda tragedia también se puede encontrar la semilla de la salvación.
Una interpretación alterna de vezajartí alega que el versículo forma parte de la Tojajá, constituyendo una admonición adicional. Tal vez se puede excusar o entender el comportamiento inmoral de quien nunca aprendió a regir su comportamiento, pero ¿cómo se pueden disculpar los errores y aberraciones espirituales de los descendientes de los Patriarcas, cuya conducta personal fue ejemplar?
El entorno no judío siempre ha exigido una conducta intachable para el judío, dispuesto a tolerar las debilidades de otros. En el caso judío juzga con el mayor grado de severidad todas las acciones. En el caso del Estado de Israel se exige un comportamiento moral óptimo, que no tolera el castigo de quienes atacan físicamente al Estado y desean destruirlo.
Tal vez la Tojajá alude al comportamiento ejemplar que el Pueblo “elegido” tiene que asumir, porque una de sus tareas es ser or lagoyim, constituirse en un faro de luz para las naciones.
¡Shabat shalom!