Rabino Efraim Rosenzweig
(Génesis 28:10-32:3)
Iaacov tiene que abandonar el hogar paterno porque Esav decide matarlo al enterarse de que su hermano lo había despojado de su primogenitura. Rivká, al conocer las intenciones de Esav, insta a Iaacov a ir a Jarán a la casa de su hermano Labán. Dice la Torá: “vayifgá baMakom”, y se encontró en el lugar. Lugar en el cual se recostó de una piedra, vayajalom “y soñó”. Para nuestros jajamim, Makom, lugar, es también una manera de referirse a D’os, porque El, le da cabida a todo. D’os es el “lugar por excelencia”, porque sin El no hay existencia. Señalan, igualmente, que la palabra vayifgá también puede interpretarse en el sentido de oración, o sea que vayifgá baMakom, implica que Iaacov oró a D’os. Nuestros jajamim opinaban que la Torá no había sido otorgada en el vacío. Con anterioridad a la revelación en el Monte Sinaí, existieron personas excepcionales que guiaron sus vidas de acuerdo con muchos de los principios enumerados posteriormente en la Torá. Sugieren, por ejemplo, que los patriarcas cumplieron con todos estos preceptos que fueron enunciados siglos más tarde, gracias a su sensibilidad profética.
De acuerdo con lo expuesto, nuestros jajamim afirman que Abraham estableció la norma de recitar Shajarit, el rezo de las mañanas. Itsjak fue el que dio origen al rezo de Minjá de las tardes, y Iaacov, en el mencionado relato, establece el rezo de Arvit o Maariv, en las noches.
Iaacov es una persona de gran sensibilidad; como lo indica nuestro texto es soñador. En esta oportunidad sueña con una escalera que une cielo y tierra y ve cómo los ángeles de Dios suben y bajan por la misma. Esta imagen es importante porque confirma que cielo y tierra no son dos lugares incompatibles y absolutamente separados, tal como espíritu y cuerpo. En efecto, se puede escalar peldaño por peldaño, y de tal modo ascender de lo mundano, a lo celestial. No existe, en realidad, una dicotomía absoluta entre lo material y lo espiritual. Se trata de manifestaciones diferentes de un solo todo.
En el mismo sueño, Iaacov escucha la promesa Divina de que esa tierra sobre la cual está recostado, con una piedra por almohada, le será otorgada a él y a sus descendientes que serán tan numerosos como el polvo de la tierra. Ufaratstá, “y te diseminarás” por todos los puntos cardinales y serás motivo de bendición para todos, afirma nuestro texto. El movimiento jasídico Lubavitch ha tomado este vocablo Ufaratstá como un lema, considerándolo como un imperativo para extenderse por los confines del globo en la búsqueda de nuestros hermanos para llevarles el mensaje de nuestra tradición milenaria.
Iaacov despierta y reconoce que se encuentra en un lugar sagrado y hace una promesa solemne. “Si D’os estuviese conmigo y me cuidase en el camino que ambulo y me diera pan para comer y vestimenta para vestir al regresar al hogar de mi padre, entonces HaShem (vocablo que significa también D’os) será mi D’os”. El versículo parece ser una condición de parte de Iaacov. Es como si dijera, “te seré fiel D’os, siempre y cuando Tú me proveas de vestimenta y alimento”. Nuestros parshanim, los expositores, tienen dificultades con esta afirmación y, según algunos, es la promesa de Iaacov de continuar fiel al D’os único, aun estando lejos del hogar paternal, en éste, el comienzo de su exilio. Recordemos que estamos en los albores de nuestra fe y muchos de los principios que forman parte de nuestra educación, hoy en día, eran descubrimientos novedosos para aquel entonces. En capítulos siguientes leeremos acerca del temor de Iaacov de acudir al llamado de su hijo Yosef a residenciarse en Egipto. Iaacov teme “bajar” a Egipto. D’os lo conforta diciéndole, al tirá merdá mitzraima…, anojí ered imejá; “no temas bajar a Egipto…, Yo bajaré contigo”. Iaacov aprende que la Deidad no está confinada a un lugar geográfico. D’os no es D’os de una localidad específica únicamente. D’os está en todas partes . En efecto, uno no puede ocultarse ni huir de D’os . Meló jol haárets kevodó: “Su gloria llena completamente el universo”.
Hay quienes hacen hincapié en la expresión de Iaacov, léjem leejol uvégued lilbosh, “vestimenta para vestir y pan para comer”, aludiendo que es obvio que la vestimenta es para vestir y el pan es para comer. Cabe entonces preguntarnos, dado que la Biblia es especialmente económica en vocablos: ¿para qué la redundancia? Algunos responden diciendo que hay momentos en la vida en los que uno puede disfrutar de abundancia material pero el estado de salud no le permite comer. Por tanto, la petición de Iaacov era doble: tener el pan y al mismo tiempo tener la posibilidad y la oportunidad de consumirlo y saborearlo. Porque no siempre es así. ¿Qué valor tuvieron las mansiones judías en la Alemania nazi de los años cuarenta? ¿Cuál fue la consideración que se le dio a los académicos judíos que tanto aportaron a sus notables universidades y, por ende, a la cultura germana? Ni los bienes materiales ni los logros intelectuales fueron válidos en el momento cuando se produce un eclipse total de la razón y del humanismo, eclipse que provocó el genocidio de hace apenas ocho décadas.
Shabat Shalom!