Rabino Efraim Rosenzweig
(Levítico 12:1-15:33)
En los capítulos de la parashat Shemini de la semana pasada, al describir algunos de los animales que no se deben comer, el texto menciona: “De su carne no comeréis y no tocaréis sus cadáveres, son impuros para ustedes”. La prohibición incluye el contacto con el animal muerto, porque produce la tum’á, la impureza ritual. El Talmud cuestiona si esta regla es aplicable a todo el Pueblo y responde que solamente los Cohanim deben abstenerse de entrar en contacto con el cadáver y, más aún, con un difunto humano. El Cohén no debe tocar el cuerpo de un difunto, ni siquiera estar bajo el mismo techo con el cadáver. Por ello, el Cohén no debe entrar en una casa o una funeraria donde se guarda el cuerpo del difunto antes del entierro.
Aunque no existe una prohibición para que un miembro del Pueblo adquiera la contaminación ritual, el estado de Tamé era limitante. La persona que entraba en contacto con un cadáver se convertía en Tamé hasta que no saliera de este estado a través de la Tahará, que exige la inmersión en una Mikvé. Durante el estado de Tamé no podía ingresar al Beit HaMikdash ni compartir la carne de los Kodashim, los sacrificios. Tampoco podía comer Maaser shení, ni Terumá.
Además, la condición de Tamé tiene relevancia en las relaciones matrimoniales, el período después del alumbramiento y situaciones adicionales.
Se debe destacar que, durante el período de la existencia del Beit HaMikdash, el concepto de Tum’á era equivalente en importancia al concepto de Kashrut que se practica en la actualidad. Ello no quiere decir que el Kashrut no fuera una parte fundamental de la observancia religiosa de aquellos tiempos, solamente que el énfasis estaba sobre las leyes de Tum’á y Tahará.
Muchas disposiciones relacionadas a la Tuma y la Tahra se encuentran en las parshiot que leemos este shabat Tazria y Metzorá.
Según Rambán, el precepto de Kedoshim tihyú, “Sean consagrados”, o tal vez, como interpreta Rashí, “manténganse aparte”, quiere decir también observar las leyes aludidas de Tum’á y Tahará, que apuntan hacia la limpieza física y la pureza ritual.
A decir de Rabí Meir, ¿quién es un ignorante? La persona que consume sus comidas diarias en un estado de impureza ritual.
Los esenios destacaron estas leyes y regían sus vidas por estos principios. Según Flavio Josefa, los esenios estaban divididos en cuatro castas y los más jóvenes pertenecían al rango menor. De tal manera que, si un joven tocaba a un miembro de una casta superior, éste tenía que hacer una inmersión.
Las diferencias de opinión entre las escuelas de Hilel y Shamai también se referían a las leyes de Tum’á y Tahará. Lo que los unos decían que era Tahor, puro, era declarado Tamé, impuro, por los otros. Sin embargo, nunca dejaron de utilizar los utensilios de comida del otro o de comer en las respectivas casas de sus opositores intelectuales.
Ezrá HaSofer amplió el alcance de las leyes acerca la pureza ritual, pero los jajamim insistieron en que el estudio de la Torá no requiere del estado de pureza. De manera que, en el caso del estudio, se pueden juntar personas de diferentes grados de pureza. Así se expresó Rabí Yehudá ben Beterá: “Las palabras de tu boca no tienen que ver con impureza, y cuando un estudiante lo cuestionó, le dijo: abre tu boca para que las palabras que salen de ella sean claras, porque las palabras de la Torá no adquieren impureza, tal como dice el profeta, ‘acaso no son mis palabras como el fuego, dice el Señor’. Tal como el fuego no es susceptible a la impureza, así también lo son las palabras de la Torá”.
¡Shabat Shalom!