Rabino Efraim Rosenzweig
(Deuteronomio 11:26-16:27)
La parashat Ree que leemos este Shabat menciona entre otros temas que las ofrendas deberán ser debía ser sacrificadas en el Makom, un lugar que será especificado. ¿ Por qué no señala, con toda claridad, ¿cuál es el sitio en el que se debe hacer la ofrenda, tal como lo hace en otras oportunidades? Aunque la respuesta tradicional es Ierushaláyim, la Torá debería haberlo expresado así para evitar cualquier confusión futura. Rambam ofrece varias razones para ello. Primero, se hace así para que ningún otro Pueblo ocupe ese lugar privilegiado, ya que el Pueblo judío había identificado el sitio desde los días de Avraham, cuando se dirigió a ofrendar a su hijo Itzjak en el Har HaMoriyá, que es otro nombre del Har HaBáyit, el monte sobre el cual se erigirá, siglos más tarde, el Beit HaMikdash en la ciudad de Ierushaláyim.
Rambam considera la posibilidad que los otros Pueblos hayan destruido ese monte para evitar que el Pueblo hebreo lo utilizara para el Korbán, el acercamiento a D’os.
Por ello, la Torá no menciona el lugar con la debida precisión. Otra posibilidad es que ello podría haber conducido a un enfrentamiento feroz entre las naciones, porque al saber que es un lugar propicio para elevar oraciones al Todopoderoso, podría haberse desatado una guerra “santa” y sangrienta para conquistar el lugar.
Una tercera razón tiene que ver con el Pueblo hebreo. El lugar no fue especificado para evitar la riña entre las tribus, porque cada una de ellas hubiera preferido que Ierushaláyim fuera su herencia, integrada a su parte durante la distribución de la Tierra Prometida.
Una interpretación alterna recuerda que el Pueblo hebreo tenía una triple tarea después de conquistar la tierra.
Primero, nombrar un rey. Segundo, eliminar cualquier vestigio de la descendencia de Amalec. Tercero, la construcción del Beit HaMikdash. Para lograr el tercer cometido era
necesario que se estableciera la monarquía y se librara la guerra contra la estirpe de Amalec.
Sobre todo, el Beit HaMikdash diferenciaba el proceder del Pueblo judío de la idolatría en varios aspectos. Mientras que el ídolo se podía adorar en cualquier lugar, el Beit HaMikdash tenía una ubicación única en la ciudad de Ierushaláyim. Solamente el Cohén, descendiente de Aharón podía oficiar, asistido por los integrantes de la tribu de
Leví que acompañaban con salmos y cantos el sacrificio.
Tal vez, la insistencia de la Torá sobre el Makom, el lugar específico que sería señalado o revelado, es una alusión a D’os, quien también es conocido como Makom en la literatura rabínica. Tal como dice el Midrash, D’os es el Makom del universo, pero el universo no es el Makom de D’os. O sea que D’os puede albergar al universo, pero el universo no puede darle cabida a D’os. El universo no puede contener a D’os. D’os está más allá de los confines del espacio físico.
Mientras que el universo no puede contener a D’os, el fervor de un corazón humano le puede dar albergue. Tal vez Makom no sea un concepto material o físico, sino un concepto
metafísico, netamente espiritual, al cual sólo puede acercarse el ser humano, el ser que fue creado a través del “soplo” Divino.
¡Shabat Shalom!