Haazinu

By septiembre 21, 2023 septiembre 22nd, 2023 Parashot
22 Septiembre de 2023 / 7 TISHREI 5784

Rabino Efraim Rosenzweig

(Deuteronomio 32:1-32:52)

 

Leemos en este shabat la última parashá que se lee completa un shabat en la mañana y que es Haazinu, un cantico final que Moshé le enseña al Pueblo. Según Rambam, en algunos centros tradicionales, se solía cantar este himno al concluir los servicios religiosos diarios. El Talmud menciona que las seis estrofas de este himno eran cantadas por los leviyim cuando se ofrecían los musafim, los sacrificios adicionales de las festividades en el Beit HaMikdash, el Templo de Jerusalem.

 

Nuestro texto comienza con el siguiente enunciado, haazinu hashamáyim vaadabera, vetishmá haáretz imrei fi, que quiere decir escuchad, oh cielos y hablaré, y oiga la tierra las palabras de mi boca. Según Rashí, el cielo y la tierra no constituyen imágenes de la expresión poética, sino que se convierten en los testigos reales de nuestro comportamiento. El cielo y la tierra sobreviven a los mortales y por lo tanto pueden dar testimonio sobre las actividades y la obra de las diferentes generaciones humanas. (De acuerdo con el midrash, el Pueblo de Israel también es eterno, tal como lo son el cielo y la tierra). Más aún, el cielo y la tierra pueden ser los primeros en reaccionar frente a nuestro comportamiento. Si cumplimos las mitzvot, los cielos son generosos con la lluvia y la tierra nos ofrece sus frutos en abundancia. En caso contrario, el cielo y la tierra son los primeros en castigarnos al negarnos los elementos indispensables para la existencia.

 

El profeta Yeshayahu en su amonestación al pueblo utiliza los mismos términos. Shimú shamáyim vehaazini éretz, “escuchad, oh cielos, y apresta el oído, oh tierra”, exclama el profeta. Nuestros jajamim señalan que la palabra haazinu es utilizada por Moshé con referencia al cielo, mientras que Yeshayahu la emplea con relación a la tierra. Según el Sifrí existe una diferencia semántica. Haazinu implica escuchar de cerca, y tishmá se refiere a escuchar de lejos. Moshé que se encontraba cercano a lo Divino emplea el primer vocablo cuando se refiere a los cielos, pero Yeshayahu se encontraba más cercano a la tierra y por lo tanto el uso diferente de los vocablos.

 

En los albores de nuestra historia nacional estábamos más cercanos a las fuentes de nuestra tradición religiosa. El Talmud afirma que durante el período de yetziat mitzráyim, el éxodo de Egipto, una sirvienta vio un mayor despliegue y una revelación más clara de la divinidad, que Yejezkel en sus visiones proféticos. Moshé conversaba con D’os panim el panim, que quiere decir cara a cara.  En el caso de los neviim, en cambio, el Creador aparece como un reflejo en un espejo, y para el profeta gentil D’os se presenta, casualmente, en un sueño. La utilización respectiva de la palabra haazinu por parte de Moshé y de Yeshayahu le sirve a nuestros jajamim como una ilustración de su interpretación de la historia humana. Con el pasar del tiempo, a su juicio, nos alejamos de lo celestial, y nos acercamos cada vez más a lo terrenal. Nos apartamos de lo espiritual y nos adosamos a lo material, en nuestra obsesiva compulsión por adquirir y poseer objetos.

 

En el mismo espíritu de nuestra reflexión anterior, Moshé exclama, vayishmán yeshurún vaivat, que quiere decir, Yeshurún (el pueblo de Israel) al engordar, se encabritó; shamanta avita kasita, vayitosh Elohá asahu, vayenabel tzur yeshuató, “al cubrirse de gordura abandonó a Dios, su Creador y se olvidó de la Roca de su salvación”. La abundancia material insensibiliza al individuo y lo ciega a las necesidades de otros. En efecto, la persona termina por opinar kojí veótzem yadí asá li et hajáyil hazé, que quiere decir por mi fortaleza y el poder de mi mano he logrado esta riqueza. Está claro, entonces, que la tarea pendiente es el golpe de timón que permita un cambio radical de rumbo, a fin de que empecemos a dirigir nuestras miradas hacia los valores espirituales, de acuerdo con las enseñanzas contenidas en la Torá. Probablemente, el ideal es encontrar el término medio que permita una apreciación del mundo material circundante (que es también el resultado de la creación Divina) y valorar lo que es trascendente y permanente, y lo que es celestial.

 

En la concepción de la tradición judía, la naturaleza responde al comportamiento moral humano. El desarrollo y el crecimiento de la vegetación no son la consecuencia de un proceso inconsciente y automático. El Midrash dice al kol ésev vésev omed alav malaj, que quiere decir que hay un ángel sobre cada brizna de césped que la impulsa a crecer.

 

La moraleja es que nuestra conducta ética tiene repercusión e influye sobre el mundo que nos rodea. (La contaminación ambiental que enfrentamos en nuestros días es el resultado de la irresponsabilidad física y probablemente también tiene un ingrediente moral, que es el que nos ha hecho tomar conciencia de las graves consecuencias de nuestras acciones).

 

Shabat Shalom!