Rabino Efraim Rosenzweig
(Éxodo 13:17-17:16)
En los capítulos anteriores se lee sobre el primer mandato colectivo Divino que nuestros antepasados recibieron y que es conocido por las primeras palabras del mismo Hajódesh hazé, “este mes”. Es notable que esta primera ordenanza contiene una indicación de tiempo, elemento que va a jugar un rol determinante en la tradición judía. En el judaísmo el calendario es un instrumento indispensable. Tal como lo hemos venido anotando, nuestra tradición es enfática en cuanto a la importancia del tiempo y del cambio y por ende en a la del desarrollo y del crecimiento. La ordenanza que se promulga en Nisán, mes en el que saldrán de Egipto y fecha que será conmemorada en las generaciones siguientes, exige la escogencia de un carnero que tiene que ser cocido directamente al fuego y consumido la noche del día catorce de ese mes.
Ese día catorce recibe el nombre de Pésaj, al igual que el carnero que tiene que ser sacrificado antes de ser ingerido. Fue necesario pintar con la sangre de este carnero los dinteles de las puertas, mientras que la carne era consumida con matzá, el pan ácimo, y maror, yerbas amargas. Durante esta comida, los cinturones tenían que estar colocados sobre las caderas, los zapatos calzados y los bastones en las manos para poder emprender inmediatamente el Éxodo de Egipto. Hasta hoy día hay quienes, durante la celebración del séder, se colocan los cinturones y con un bastón en sus manos reviven el momento anterior al éxodo. Según esto, nuestros antepasados ya comieron, durante esa noche, matzá con carne del carnero. Luego comerían nuevamente matzá en el desierto, porque en su apuro por salir de Egipto, no pudieron esperar a que fermentara la masa que habían preparado para confeccionar el pan.
Nuestra lectura señala que D’os no condujo a nuestros antepasados por el camino más corto a la Tierra Prometida. Existía la duda que, frente a un peligro real, el pueblo vacilaría y podría emprender marcha atrás, de vuelta a Egipto. La ruptura con Egipto tenía que ser total y por tanto se buscó en el desierto un camino de rodeos, camino que duraría cuarenta años. Igualmente, era necesario preparar a estas tribus, que habían sido sometidas a siglos de esclavitud, para la conquista de Canaán, para el ejercicio de la soberanía y de la autodeterminación.
Mientras el Pueblo se ocupaba de los preparativos para el arduo viaje en el desierto, adquiriendo enseres y artículos valiosos que los egipcios les prestaban, Moshé se ocupó de los restos de Yosef. No obstante haber asumido una posición clave en la corte del Faraón, Yosef siempre mantuvo su identidad hebrea y en su testamento dio las instrucciones para que sus restos fuesen trasladados a la tierra ancestral en el momento en que su pueblo abandonase Egipto. Moshé se hizo cargo del cadáver de Yosef y de este modo enseña la importancia de recordar y de no olvidar el aporte de Yosef al bienestar de su familia, y por ende, al de las generaciones futuras. Este desarrollo de la conciencia histórica, será una de las características importantes de nuestra singularidad.
Shabat Shalom!