(Génesis 1:1-6:8)
Este Shabat retornamos al ciclo anual de la lectura de la Torá con la parasha Bereshit y el inicio del primer libro del Jumash nuevamente.
El relato del Génesis es majestuoso. La creación no es el resultado de una colisión de voluntades entre los dioses, el producto de cataclismos que se produjeron en el cosmos.
En muchos relatos de cosmogonías de pueblos antiguos aparecen siempre las divinidades enfrascadas en luchas y envidias propias de humanos y no de deidades.
El mundo nace como expresión de la voluntad de Dios, quien con la expresión Vayomer Elohim, “Y Dios dijo”, colocó a la idea y al pensamiento por encima de cualquier actividad física. Bereshit enseña que hay propósito en la creación, no se trata de un universo en el cual reinan el caos y la incertidumbre, el capricho y el azar. Existe un creador y por lo tanto coexiste la finalidad y el designio.
La ubicación del hombre y de la mujer en el idílico Gan Eden muestra una naturaleza amiga que provee el fruto para el sustento. Cuando esta naturaleza se rebela puede ser amaestrada o controlada, se puede hacer construcciones antisísmicas, por ejemplo. En cambio, quien hace peligrar, de manera sostenida, la existencia de la especie humana es el hombre mismo debido a su agresividad, cualidad probablemente indispensable para el crecimiento y el desarrollo, la evolución y el perfeccionamiento, pero que demanda un precio altísimo.
Por ello, la Torá exige que la conducta del hombre se rija por un conjunto de leyes que sabiamente enseña el judaísmo, según una revelación directa del Creador que recibió en Sinai.
Dios no podía abandonar su creación en manos de esos seres a quienes dotó con gran inteligencia y cuyo potencial puede tomar el rumbo de la construcción o de la destrucción. Para asegurar la supervivencia de la especie y de la naturaleza junto con la flora y fauna que posee, legisló las mitvot para asegurar un comportamiento que garantice, una era de convivencia que no será una consecuencia de la Voluntad de Dios, sino que será el producto del convencimiento de su creación de última hora, en el sexto día: el ser humano.
La Tora en el principio del segundo capítulo incorpora un concepto revolucionario….El Shabat.
A diferencia, de los otros días sagrados de nuestro calendario, el Shabat es proclamado como el día cuando cesa el trabajo para toda la humanidad, la cual es condición esencial de la creación del mundo. El día semanal de descanso no tiene nada que ver ni con el color de la piel del individuo ni con la religión que éste profese. Este concepto del derecho inherente al descanso, está siendo ampliado hoy en muchas sociedades donde a sus integrantes se les otorgan dos días de descanso semanales.
Hoy en día se discute la cantidad de horas a trabajar semanalmente. En la antigüedad en cambio, la noción de un día obligatorio de descanso semanal fue una idea revolucionaria cuya aceptación por los estamentos de poder requirió de un largo período de tiempo.
Shabat Shalom!!!
Rabino Efraim Rosenzweig