Rabino Efraim Rosenzweig
(Éxodo 25:1-27:19)
Moshé tarda cuarenta días y cuarenta noches en el Monte Sinaí para recibir la Torá con sus detalladas explicaciones. El Pueblo se inquieta por la tardanza de Moshé e insta para que se le construya una deidad visible y palpable, que se traduce en el éguel hazahav, un becerro de oro. Este hecho es detallado en capítulos posteriores. Pero a raíz de esta rebelión, a escasos días de la revelación Divina, viene una concesión. D’os decide la construcción de un templo, de un tabernáculo portátil el que será simbólicamente. Su habitación durante la travesía por el desierto y permitirá visualizar de manera material el contenido espiritual que se deseaba transmitir. Siglos más tarde, el rey Shelomó construirá el primer Beit HaMikdash que es un Templo para el servicio de D’os sobre el mismo monte en el cual Abraham demostró su disposición a ofrecer como un sacrificio a su único hijo Itzjak.
Para los efectos de la construcción de este tabernáculo que se denomina Mishkán en nuestro texto, D’os instruye a Moshé para que solicite la contribución de los materiales requeridos. Se necesitaba oro, plata y cobre; lana azul y roja; tintes y pieles de animales; maderas y aceites; especies y piedras preciosas. Desde los días del nacimiento de nuestro pueblo en adelante, la noción de contribución, trumá en el texto de la Torá, y que da nombre a esta parashá (Trumá) formará parte de la vida cotidiana comunitaria judía.
La noción de caridad es ajena al vocabulario judío. La palabra tzedaka que usualmente utilizamos para traducir el concepto de caridad, proviene de la raíz tzédek que significa justicia. En nuestra concepción, es “justo” compartir con los menos afortunados. La tzedaka es obligatoria y no voluntaria. La ayuda al prójimo y el compartir la abundancia no están basados en el concepto de “amor”, sino en la obligatoriedad que exige la noción de justicia. El mundo está basado sobre tres pilares, dicen nuestros jajamim, y tzedaka es uno de ellos.
En realidad, la vida social, religiosa, cultural y educativa de la comunidad judía contiene el factor de tzedaka como un ingrediente esencial. Las estructuras sociales de las comunidades judías de la Edad Media hasta los albores de la segunda guerra mundial hacían especial énfasis en la ayuda a los pobres y a los necesitados. Existían grupos que se ocupaban de proveer de dote a las jóvenes que carecían de posibilidades, de extender créditos y préstamos sin intereses a las personas de escasos recursos económicos. Los fondos para el funcionamiento de todos estos grupos provenían de los aportes de los miembros de las comunidades
La palabra trumá que identifica a nuestra lectura semanal proviene de la raíz que significa elevación. Contribuir a una causa sagrada y justa es, por lo tanto, una manera de ascender, de escalar personalmente, porque uno transciende sus necesidades inmediatas y se enriquece espiritualmente al atender las solicitudes del prójimo. El poder dar es muy superior al tener que recibir.
El Mishkán contenía una serie de elementos que luego formarían parte de la estructura del Beit HaMikdash, que es el Templo de Jerusalem. Hay planos y detalles específicos para la elaboración de los utensilios y objetos que albergaba este Mishkán. Había un arón, el arca de madera, recubierto por una lámina de oro, que contenía las piedras sobre las cuales estaban grabados los Diez Mandamientos. La cubierta de esta arca, kapóret en hebreo, era de oro macizo y tenía la efigie de dos keruvim en sus extremos. (Según nuestros jajamim estos keruvim tenían la apariencia de dos bebés). Sobre una mesa de madera, shulján, recubierta con una lámina de oro, se colocaba el léjem hapanim, los panes siempre presentes. Una menorá, una lámpara confeccionada de un trozo de oro martillado, de siete brazos, uno de los cuales siempre permanecía encendido, completaba una parte esencial del Mishkán. Además de los postes y de las telas que formaban la estructura exterior, se construyó un Mizbeiaj, un altar de madera para ofrecer los sacrificios indicados. En cada uno de estos renglones se señalan las medidas exactas para su construcción y elaboración.
Nuestras sinagogas están construidas siguiendo el plano esencial del Mishkán. El arón hakódesh o hejal contiene los rollos de la Torá (en la ausencia de las dos piedras originales con los Diez Mandamientos que de todas maneras no podrían estar presentes simultáneamente en todas las sinagogas). El ner tamid, una luz que siempre permanece encendida, recuerda la luz eterna de un brazo de la menorá, cuya réplica está presente en nuestra sinagoga. La mesa desde la cual se dirigen los rezos, ocupa el lugar del shulján de los panes.
Shabat Shalom!