Rabino Efraim Rosenzweig
(Génesis 25:19-28:9 )
Nuestras matriarcas tuvieron dificultades en concebir. Quizás, la enseñanza sea que el dar a luz, aunque todos lo consideremos como un proceso muy natural, requiere del cuidado, voluntad e intervención Divinas. El nacimiento de un ser humano es un hecho trascendental. En la parasha de este Shabat Toldot, Itsjak implora a D’os, y su esposa Rivká concibe mellizos. El primogénito es pelirrojo y velludo y recibe el nombre de Esav. El segundo es llamado Iaacov, porque nace asiéndose del talón de su hermano. Son gemelos, no idénticos. En su vida práctica también son muy diferentes: mientras Esav se desarrolla como un hombre dedicado al campo y a la caza, Iaacov es un joven estudioso y hogareño.
El padre de los mellizos, Itsjak, aparece como el más tímido de los patriarcas. Su ubicación entre los padres de nuestra tradición es como la del hijo intermedio, entre el primogénito y el menor de todos. Según nuestros jajamim, es enteramente un Tzadik, una persona cuya fe es inquebrantable y tiene rasgos de santidad. Según el relato superficial de la Biblia, Itsjak aparenta adolecer de iniciativa propia. Nunca se aventura fuera de Israel, hecho que desde otra perspectiva es considerado también muy meritorio. Hasta los pozos de agua que descubre para satisfacer la sed de sus rebaños son los mismos ya conocidos. Itsjak es un hombre pasivo, que como ya sabemos, demostró su disposición a ser sacrificado, al ofrecer su vida como muestra de su fe incondicional. No es de extrañar, entonces, que Itsjak tuviese gran admiración por Esav, paradigma de las cualidades de las que él carecía. Esav es el símbolo de la fortaleza física, de la permanente disposición al desafío de las fuerzas de la naturaleza. Esav es hombre del campo y representaba para Itsjak la realización de una ambición profunda que nunca pudo materializar por su naturaleza apacible que llegaba a tener destellos de timidez.
La madre Rivká es una persona realista. Reconoce la fortaleza física de Esav, pero está consciente que únicamente Iaacov tiene la suficiente capacidad para perpetuar los principios éticos y morales que son el fundamento de las nuevas enseñanzas que debían ser transmitidas a las generaciones futuras. Y, cuando llega el momento de señalar al heredero espiritual, Rivká interviene decisivamente, a fin de que ser Itsjak el elegido.
La definición de los caracteres de los protagonistas es acentuada aún más cuando Esav, al regreso de una jornada de caza en el campo, codicia los alimentos que Iaacov había preparado. Esav está dispuesto a cederle la primogenitura a Iaacov por un pedazo de pan y una sopa de lentejas. “Si de todas maneras voy a morir, ¿para qué necesito la primogenitura?”, exclama Esav. Iaacov le exige un juramento como testimonio del intercambio de los alimentos por el derecho a la primogenitura. ¿En qué consistía aquella primogenitura? Al parecer, en aquellos tiempos, los primogénitos eran los sacerdotes de las familias y Esav no tenía esa vocación. Esav era cazador, de naturaleza inmediatista, requería la pronta satisfacción de sus necesidades. La demora del placer en aras de un futuro mejor no formaba parte de su personalidad. El “continuador” de la fe, la persona que debería enseñar a todo un mundo acerca del D’os único, debía tener visión de futuro. Iaacov demora la satisfacción del hambre momentánea para asegurar el pan de mañana, con todas las implicaciones del alimento, tanto del cuerpo como el del espíritu.
Itsjak siente que las fuerzas lo abandonan, se está quedando ciego: sus ojos ya no le permiten admirar la naturaleza. Ha llegado el momento de la transmisión del manto del liderazgo. Se le encomienda a Esav cazar un animal para la comida de su padre. Rivká encuentra y aprovecha el momento crucial para asegurar la continuidad del mensaje de Abraham; rápidamente, prepara comida y disfraza a Iaacov con las pieles de un animal sobre los brazos y el cuello, a fin de disimular de esta manera su piel lampiña. Iaacov presenta los alimentos al padre; Itsjak no oculta sus dudas y la ambigüedad de sentimientos frente al individuo que pretende ser Esav pero que también manifiesta algunas de las características de Iaacov. Dice el padre: Hakol, kol Iaacov, vehayadáyim yedei Esav, que quiere decir: la voz es la voz de Iaacov, pero las manos son las manos de Esav. El drama está por desarrollarse. La comida ha sido preparada con demasiada rapidez. El aroma de la ropa es el del campo y las velludas pieles dan la sensación de los robustos brazos de Esav. Pero la voz, que después de todo es una manifestación mucho más íntima y auténtica de la persona, la voz es la voz de Iaacov. ¿Qué hacer? Tal vez Itsjak, frente a la duda, debió haber solicitado la ayuda de Rivká para cerciorarse de la identidad de quien iba a ser el recipiente de su última bendición. Es posible que esta simbiosis entre la fortaleza de Esav y la comprensión y la ternura simbolizadas por la voz de Iaacov, fueran la combinación ideal para llevar el mensaje a las futuras generaciones. El anciano padre se arriesga y le ofrece la ansiada bendición a quien tiene delante de él, a Iaacov.
En efecto, nuestro Pueblo mantuvo vivo el mensaje de Iaacov durante casi dos milenios del exilio y, a pesar de esto, fue objeto de persecuciones y vejaciones. La voz de Iaacov por sí sola parece no tener mucha oportunidad en nuestro mundo. Kol dealim guevar, traduce que el más fuerte es el que domina y lo afirma el Talmud. Los líderes espirituales del mundo pronuncian sermones, pero los dueños de los secretos del átomo son los que dictan las reglas y los que las hacen cumplir. Se requiere, tal vez, de la combinación equilibrada entre fuerza e ideas, entre el poder y la moralidad, para sobrevivir en nuestro mundo imperfecto.
injustificable bajar la guardia y poner en peligro la existencia de la Mediná, como lo demuestra la situación que vive hoy Israel. Nuestra generación es privilegiada porque después de dos milenios hemos regresado a la tierra que D’os prometiera a Abraham reiterando la misma promesa a los dos patriarcas siguientes. HaShem oz leamó yitén, HaShem yevarej et amó bashalom, traduce que D’os dará fuerza a Su Pueblo, D’os bendecirá a Su Pueblo con paz; es la afirmación del salmista. Necesitamos una mezcla muy equilibrada entre proeza física y fortaleza espiritual. En la medida que mantengamos un balance dinámico entre las enseñanzas de la Torá y las exhortaciones de los profetas y sepamos combinarlas con el talento ingenio tecnológico, podremos mantenernos firmes en la tierra ancestral y obtener la paz que, en su momento, deberá reinar en la región y en el mundo. Así lo esperamos.
Shabat Shalom!