(Génesis 6:9-11:31)
La segunda parashá del libro de Génesis nos trae la tragedia de la destrucción de la humanidad por su mal comportamiento. De acuerdo con el texto bíblico y la tradición, fueron diez generaciones entre Adam y Noaj para que D’os se diera cuenta de la necesidad de un nuevo comienzo de una segunda oportunidad. D’os seleccionó a Noaj, porque no se había contagiado del comportamiento de sus contemporáneos y demostró que era posible atenerse a una conducta diferente, y ser fiel a la enseñanza de sus ancestros.
La Torá califica a Noaj como un Ish Tsadik, “un hombre justo”, Y sobre esto algunos exegetas consideran que esa denominación es relativa. Era justo cuando se le comparaba con sus congéneres de la época, pero de haber vivido en la generación del patriarca Abraham, no habría recibido el mismo reconocimiento.
D’os decidió eliminar la Humanidad a través de un diluvio. Llovería sostenidamente durante muchísimos días, e incluso brotarían las aguas desde el interior del globo. La superficie de la tierra quedaría inundada y solamente los peces sobrevivirían al desastre. Para asegurar la continuidad del ser humano y del mundo animal, D’os le ordenó a Noaj que construyese un arca de dimensiones considerables para albergar allí una pareja de cada especie, con lo que se podría poblar nuevamente la tierra. De algunos animales logró reunir siete parejas.
De acuerdo con el Midrash, Noé tardó ciento veinte años en la construcción, tiempo suficiente para que cada ser humano pudiera percatarse del peligro que le acechaba por el incumplimiento de las leyes que Adam había recibido.
El diluvio ocurrió porque la Humanidad no respondió a las advertencias de Noé. Rambán cuestiona: ¿por qué fue así? ¿Por qué no respondió la gente a las exhortaciones de este Tsadik? Rambán sugiere que la actitud de la gente fue consecuencia de la falta de convencimiento de Noaj. De acuerdo con él, Noaj no creía que la gente reaccionaría a sus advertencias; por lo tanto, su planteamiento no fue efectivo.
De antemano pensó que sus intentos eran vanos. La falta de confianza de Noaj en la posibilidad de Teshuvá, su noción fatalista acerca de la imposibilidad de cambio en el comportamiento humano fue un factor que condujo al desastre.
Algo parecido surgiría con un profeta de Israel, Iona quien fue compelido por D’os a ir a predicar y profetizar a Nínive para requerir su arrepentimiento.
Como señal de un nuevo comienzo y pacto para la humanidad, D’os dio a la humanidad el arco iris. El arco iris fue una señal para Noé y su descendencia. Tal como la naturaleza puede cambiar de la oscuridad a la luz, no se debe menospreciar la capacidad del ser humano para regenerarse, para enrumbarse en un proceso de Teshuvá, para el retorno a las raíces éticas que el judaísmo predica.
¡Shabat Shalom!