(Éxodo 21:1-24:18)
Si bien los diez mandamientos tienen una consideración especial por su carácter de código básico universal, ello no significa que tengan un status diferente a las demás mitzvot.
La lectura de esta semana empieza con las palabras, veele hamishpatim, “y estas son las ordenanzas”, sobre las cuales comentan nuestros jajamim señalando que la conjunción “y” sirve para unir estas leyes con las que fueron promulgadas anteriormente. Las normas que fueron enunciadas en un capítulo anterior son los Diez Mandamientos. Por lo tanto, dicen los expositores, tal como los Diez Mandamientos fueron anunciados por D’os en el Monte Sinaí, lo fueron igualmente las leyes que les siguen. En consecuencia, en la tradición judía, se evita la jerarquización de las mitsvot a las cuales según la Torá estamos sujetos. Los Diez Mandamientos no tienen mayor obligatoriedad que otra ordenanza. Todas las mitsvot tienen vigencia e importancia equivalentes.
Las primeras consideraciones de nuestra lectura hacen referencia a la esclavitud. La Torá contempla la esclavitud en el momento histórico en que esa condición humana prevalecía. Pero la Torá legisla sobre la esclavitud de manera tal, que según la interpretación del Talmud, mi shekaná éved, kanárabó, quiere decir: “quien adquiere un esclavo, efectivamente obtiene un amo”. Los intérpretes del Talmud sugieren que en ocasiones el esclavo tiene preferencia sobre su dueño.
La esclavitud hebrea, que en la práctica era una especie de servidumbre, tenía una duración de seis años. El séptimo año era el Shabat del esclavo y era liberado. La tierra también tenía su Shabat, el año de shemitá. Por espacio de seis años se labraba la tierra, y el séptimo, era el año de descanso. La agricultura moderna también considera el “cansancio” de las tierras que se desgastan después de un determinado número de años de ser sembradas. Pero, señala la Torá, si el esclavo alega ahavti et adoní, et ishtí veet banai; “amo a mi amo; a mi esposa (la esclava que le otorgase el dueño), y a mis hijos,” y no desea la libertad, entonces se procede a una ceremonia especial.
El amo conduce al esclavo ante una corte de justicia, donde bajo el umbral de una puerta el amo le hacía un agujero en la oreja, (como señal) de que permanecería como un esclavo “para siempre”. Según el Talmud, no se debe entender la palabra “siempre”, en este caso, en su significado cotidiano, sino que la esclavitud terminaría con el shenathayovel, que es el año jubileo. Cada cincuenta años se proclamaba el “año jubileo” que se rige con algunas normas particulares. Entre esas normas estaba incluida la libertad de todos los esclavos.
Esta parashá también contiene la famosa expresión, ayin tájat ayin, shen tájat shen; “ojo por ojo, diente por diente”, que ha servido para señalar que el judaísmo es excesivamente severo. En realidad el judaísmo predica la justicia como un imperativo primordial.
El dictamen del Talmud, “ojo por ojo” debe entenderse como la obligación de compensar, e indemnizar a un agraviado por haberlo cegado. El sentido verdadero es el que el castigo debe ser proporcional al agravio cometido, ni mayor ni menor, lo más equilibrado.
Que las mitzvot y su riqueza nos acompañen a lo largo de la vida compartiendo una vida social civilizada.
Shabat Shalom!!!
Rabino Efraim Rosenzweig