(Génesis 21:1-22:24)
La mitzvá central de Rosh Hashaná es escuchar el sonido del Shofar. No tocarlo sino escucharlo. De hecho, la bendición que realiza el Baal Tokea o sea el que toca el shofar, es lishmoa kol shofar, que escucha la voz del shofar, y todos decimos amén al escuchar esa braja.
En el Talmud, el toque del shofar es considerado como un lamento, un sonido similar a un gemido provocado al llorar.
Hay tres mujeres que forman parte de la liturgia, de las lecturas bíblicas del Rosh Hashaná, que lloraron en cierto momento. ¿Quiénes son esas tres mujeres?, Hagar, Rajel y Janá. Hagar era la sirvienta de Sará, la primera matriarca, dado que Sará tenía dificultad en tener hijos, ella le propuso a su esposo Abraham, por qué no te casas también con Hagar y el hijo que van a tener, que va a salir de esa unión será como mi hijo también. Finalmente, Hagar es expulsada de la casa, y estando en el desierto temerosa que su hijo muera comienza a llorar.
Rajel también tuvo problemas para concebir, y pudo luego de implorara a D’os tener dos hijos. La tradición dice que Rajel llora por el exilio del Pueblo judío, su presencia en el camino a Beit Léjem es simbólico del destierro, del exilio del Pueblo judío.
La tercera mujer que lloró se llamaba Janá. Janá era una mujer que tampoco podía tener hijos. Entonces fue al santuario de Elí. La otra esposa de su marido Peniná tenía muchos hijos y ella no tenía ninguno, así empezó a llorar y a implorar a D’os. Lo hacía en silencio y nos enseñó que la verdadera súplica se hace en silencio. La tradición del rezo de la amidá silenciosa encuentra su fuente en el rezo de Janá. Su historia está relatada en la haftará del primer día de Rosh Hashaná.
Hay una tradición que dice que en Rosh Hashana se escuchan cien toques de shofar, “mea kolot shofar”. ¿Por qué cien? Por otra mujer que lloró también. Esa fue la madre de Sisrá, ¿Quién era este Sisrá? Era un comandante sumamente cruel y fue derrotado después de haber cometido muchos asesinatos contra el Pueblo judío. Fue vencido por la profetisa Devorá y Barac su jefe de ejército. Dice la tradición que las letras del lamento de la madre de Sisrá son ciento uno. Porque no tocar entonces 101 toques. Porque mientras ella esperaba a su hijo, esperaba que derrotará a los hebreos, por eso los cien toques buscan anular la maldad hacia los hebreos, menos uno, el dolor de una madre por su hijo. Las lágrimas de una madre por la pérdida de un hijo son a lo mejor las lágrimas que llegan más cerca al trono celestial. Las lágrimas y las súplicas por las faltas reales que tenemos en la vida son las súplicas que llegan más cerca al trono de D’os.
La madre de Sisrá no era judía porque el mensaje de Rosh Hashaná es un mensaje universal que cruza a las religiones y a las distintas creencias. Es el día del juicio de toda la humanidad y su mensaje va dirigido a todos.
Que nuestras suplicas y nuestros ruegos, así como el toque de nuestro shofar llegue a las alturas y sean atendidos todos nuestros pedidos.
Shabat Shalom ve Shana Tová!!!
Rabino Efraim Rosenzweig