(Números 161:1-18:32)
L a parashá que leemos este Shabat se denomina Koraj, quien es justamente el que desafío el liderazgo de Moshé y también el de Aharon. Kóraj, no sólo era de la tribu de Leví, sino que era primo de Moshé y de Aharón, por lo que cuando el enemigo es de la misma familia es aún más doloroso y peligroso. El argumento que encontró eco en los oídos de otros miembros de la tribu de Leví fue simple: ¿por qué fueron seleccionados ellos, por qué se escogió a dos hermanos?
En realidad, ya que el Pueblo estaba compuesto por “santos”, porque al escuchar la palabra de D’os en el monte Sinaí cada hebreo había adquirido “santidad”, no existía una razón válida para que Moshé y Aharón se colocaran por encima del resto Pueblo hebreo. Cabe destacar que, como en muchos otros casos, quienes retan al establishment generalmente incluyen argumentos populares y democráticos: se muestran como los defensores de los derechos de las masas.
No obstante, cabe plantear: ¿acaso no son provechosos el reto y la controversia? La tradición judía estimula la lucha por la paz y el entendimiento. En el Pirkei Avot leemos que “la controversia ‘en nombre del cielo’ perdura”. ¿Cuál es la tipología de esa controversia? Por ejemplo, en las discusiones entre Hilel y Shamai es la respuesta de la Mishná. No hay duda que tanto Hilel como Shamai fueron fieles a las enseñanzas de sus maestros y la diferencia de opinión se basó únicamente en sus interpretaciones diferentes del texto bíblico.
Mientras que la ausencia de la agresión física es indispensable para el desarrollo de una sociedad, porque la violencia y los odios impiden, por ejemplo, dedicarse a la solución de los desafíos que presentan la pobreza y la desigualdad entre las clases sociales, las diferencias de opinión e interpretación; en cambio, son caldo de cultivo para el perfeccionamiento de una idea. Al enfrentar una opinión diferente, el individuo tiene que intentar un entendimiento más profundo de su propio enfoque intelectual.
El problema fundamental con el desafío de Kóraj, es que el argumento religioso sólo era una fachada para ocultar su ambición del poder. Más aún, las condiciones inhóspitas del desierto no permitían el desgaste de la energía del Pueblo.
Para enfrentar la incertidumbre del entorno del desierto se requería la solidaridad y la lealtad, especialmente de la tribu de Leví, en cuyo seno reposaba el liderazgo.
Quienes asumen un cargo público no perciben el porqué del rechazo a su liderazgo, especialmente cuando consideran que sus motivaciones son nobles y genuinas. Moshé quedó estupefacto cuando su “primo” Kóraj lo retó. La Torá afirma: uvenei Kóraj lo metu, “los descendientes de Kóraj no murieron”, no sufrieron el castigo de su padre, quien murió tragado por la tierra. Pero hay quienes alegan que las riñas continúan en cada generación, porque “los descendientes de Kóraj no murieron”, porque siguen con vida aquellos que, por celo o envidia, tratan de socavar el liderazgo auténtico y ponen en duda su autoridad y prestigio.
¡Shabat Shalom!
¡Shabat Shalom!