Ki Tavó

By octubre 16, 2019 Parashot

Cuenta una muy antigua historia que en un shtibel (una pequeña casa de rezos en la Europa Oriental), cada servicio de Shabat, la gente que concurría a él se sorprendía de la persona sorda que iba a hacer tefilá allí. Siempre se la veía con lágrimas de sus ojos mientras rezaba. Esto se debía a que su hijo era el Jazan, el que guiaba el rezo. Esta persona sorda siempre decía: “Disfruto de cada palabra que dice mi hijo, a pesar de no poder escucharlas”. Él miraba cada gesto, cada movimiento que su hijo hacia mientras rezaba y cuando el rezo terminaba “el sordo del shtiebel” era siempre el primero en decirle, “bien hecho”.

Justo en las vísperas de Iom Kipur, ya llegado el momento de empezar con el rezo de “Kol Nidrei”, la gente se estaba empezando a poner nerviosa porque el Jazán no llegaba. El lugar estaba repleto, todos esperando, menos el lugar del hombre sordo, que estaba vacío.

De repente, el Jazán entro rápido por las puertas del Beit Hakneset, vestido con su túnica blanca y talit, miro la silla de su padre y saco una lágrima. Acto seguido, se acercó a su lugar para empezar el rezo. El rabino se aproximó al jazán para preguntarle que paso que llagaba tan tarde, bajo la mirada de todos los concurrentes del lugar, a lo que contesto, “me estaba preparando para Iom Kipur, ahora voy a empezar a rezar.” Con una voz celestial el jazán empezó los cánticos de Iom Kipur, de una manera que nunca había efectuado. Cuando termino, el rabino se le acercó y le pregunto: “¿Qué pensaste durante el rezo este año que tu tefila se volvió tan hermosa y especial?” El Jazán le contestó: “Bueno usted sabe que mi padre es sordo. Ayer de noche mi padre falleció y esta es la primera vez que él me va a poder escuchar rezar”.

La parasha de esta semana nos cuenta que cuando se traen los bikurim (los primeros frutos de la cosecha) al Beit Hamikdash, la persona que los trae tiene que contar la historia de la salida de Egipto, y él dice: “Y le aclamamos a D-os, el D-os de nuestros padres y escucho D-os nuestras voces“(Deuteronomio 26:7). El Jafetz Jaim pregunta sobre este versículo,¿por qué no dice en vez de voces, rezos ” Y escucho D-os nuestros rezos”? El Jafetz Jaim responde que de aquí aprendemos que cuando rezamos tenemos que hacer escuchar nuestras voces.

Si nuestras palabras no tienen corazón, no tienen alma y espíritu, los oídos que las escuchan se van a olvidar pronto de ellas. Solamente cuando sabemos que hay alguien del otro lado escuchando lo que decimos, solamente cuando tenemos la seguridad que hay alguien que nos escucha, vamos a poder, no solamente charlar con él, sino que la charla se volverá un cantico hermoso y único. A D-os le gritamos y Él escuchó nuestras voces, dado que cuando gritamos sabíamos que Él estaba escuchando. Nuestras voces no se perdieron en el vacío.

Cuando hacemos tefilá tenemos que estar seguros de que hay alguien del otro lado escuchándonos, ansiando escucharnos de la misma manera que el sordo quería escuchar a su hijo. Si nuestras voces son gritos ahogados sin sonido, si nuestros rezos son puramente funciones sistemáticas y monótonas que hacemos día a día sin que se diferencien uno de otro, entonces lo que hacemos no es rezar.

Estamos muy cercas de las altas fiestas donde más rezos hacemos. La mayoría del día estamos dentro del Bet Hakneset. Hagamos de nuestras palabras tefilot. Hagamos que nuestro tiempo en él sea especial. Charlemos con Hashem que con seguridad Él está ahí escuchándonos.

Shabat Shalom!!!

Rabino Efraim Rosenzweig