(Génesis 1:1-6:8)
Este Shabat comenzamos nuevamente la lectura de la Torá desde su inicio con la parashát Bereshit, que da comienzo al ciclo bíblico de lectura anual. Nuestros sabios y exegetas entendieron que la creación del universo se hizo ex nihilo en latín, yesh meayin, en hebreo, una creación “de la nada”. O sea que D’os no utilizó ninguna materia existente para crear nuestro universo. D’os recurrió a elementos que existían antes para formar el mundo. Aristóteles, en cambio consideraba que la materia siempre existió y que el universo era el resultado de la transformación de dicha materia. Existen razonamientos, aparentemente válidos, que conducen a conclusiones similares a las del pensamiento griego. La tradición judía, en cambio, sostiene que únicamente D’os es anterior al universo. El, D’os, es el único Ser, la única existencia que no obedece a los parámetros de tiempo y lugar, conceptos y medidas físicas pertenecientes a nuestro mundo, y, por lo tanto, creadas igualmente por D’os. Rambam en sus trece principios de la fe, aní maamín, un poema que recitamos en la sinagoga y que resume estos trece principios, considera la eternidad de D’os como uno de los pilares de nuestra fe.
En su primer comentario sobre el texto, Rashí cuestiona el comienzo de la Biblia con Bereshit, el relato de la creación del universo.
Según la pregunta de Rabí Yitzjak, a quien Rashí cita la Biblia, debería haber comenzado por un capítulo diferente. El capítulo que sugiere como propio para Bereshit es aquel que se ordena al Pueblo judío seleccionar un cordero para ofrecerlo en sacrifico antes de la salida de Egipto. Parece, entonces que en la concepción de Rashí, y seguramente en la de muchos otros, la Biblia no es un libro de historia, sino el documento que contiene las instrucciones Divinas para el comportamiento humano. Por lo tanto, la Torá debería haber empezado con la primera enseñanza que recibieran nuestros antepasados. Con la primera mitzvá. Según el criterio de nuestros jajamim, cada una de las palabras contenidas en este Libro de Libros, tiene que ser analizada y estudiada. Cada versículo exige una reflexión para deducir lo que podemos aprender de cada relato bíblico.
Por ejemplo, al final de la creación de cada día, la Torá dice: vayar Elohim ki tov, “y D’os vio que era bueno”. Según el relato de la Torá, D’os no concluyó un trabajo completo el día lunes, y al día siguiente, martes, D’os terminó la obra del lunes y la del día martes, por eso dice dos veces ki tov, uno para lo comenzado el lunes y terminado el martes y otro por lo comenzado y terminado el martes. Dado que al término del viernes se da por terminada la obra de la creación, la Biblia reza: vayar Elohim… vehiné tov meod. “D’os vio… que era muy bueno”. Haciéndose eco de estas dos particularidades, se considera que los martes y viernes son especialmente favorables para el inicio de una nueva empresa. Por este motivo, muchas personas escogen estos días para mudarse a un nuevo hogar. El martes por la repetición de la frase ki tov y el viernes por las palabras tov meod. Algunos incluso llaman al martes iom paamaim ki tov (el día que se dice dos veces ki tov) y al viernes iom hatov meod.
Al final del relato de la creación, el texto dice que D’os bendijo al día séptimo y lo santifico por ser el día que ceso D’os de crear todo lo que hizo…para hacer. ¿Qué sígnica para hacer? Que la obra de la creación fue dejada al ser humano para hacer es decir para concluirla, para perfeccionarla. Ese es nuestro desafío.
¡Shabat Shalom!