(Levítico 16:1-20:27)
Este Shabat corresponde la lectura de dos parshiot del libro de Vaikrá, Levítico. La primera es Ajarei Mot y la segunda Kedoshim.
La parashá Ajarei Mot es una de las más escuchadas por el Pueblo hebreo durante el año, por cuanto es la lectura de la mañana y la tarde de Iom Kipur, el día más concurrido de todo el año para nuestras sinagogas. Lo que es relatado en la parashá se extiende con más detalle al leer el tratado talmúdico de Iomá, que trata sobre Iom Kipur y como se desarrollaba el ritual en la época que existía el Bet Hamikdash.
Durante la noche anterior a la festividad, el kohén gadol (el que oficia el ritual en Yom Kipur es el kohén gadol, aquel que ocupa la posición ejercida por primera vez por Aharón, el hermano de Moshé) permanecía despierto repasando el orden de los servicios religiosos del día siguiente. En ocasiones cuando el kohén no era lo suficientemente ilustrado para el estudio propio, los sabios repetían con él, las diferentes instrucciones y ordenanzas que tendría que cumplir durante el día de Yom Kipur. Se le exigía un juramento al kohén en el que prometía no desviarse del orden establecido por los jajamim. Esto se debe probablemente a la diferencia de opinión entre los Perushim y los Tsedukim con referencia al orden exacto de los ritos de este día sagrado. Los jajamim querían asegurarse que el kohén siguiera el orden de los Perushim, especialmente cuando su actividad tenía lugar en privado durante su permanencia en el Kódesh hakodashim, que es el lugar de mayor santidad en el Beit HaMikdash. No se le permitía al kohén conciliar el sueño durante toda la noche y los pirjei kehuná (jóvenes aprendices del sacerdocio) lo despertaban, cuando observaban que se adormecía.
El kohén ofrecía quince sacrificios en su propósito de solicitar el perdón baadó, por sus pecados personales, por beitó, los pecados de su familia (la palabra beitó, quiere decir familia u hogar, se identifica con la esposa), y por lo tanto,era indispensable que este kohén fuera un hombre casado. Se escogía una sustituta para su esposa, en caso que ésta falleciera en la víspera de Yom Kipur y su muerte causara que el kohén se viera impedido de cumplir cabalmente sus funciones por no tener esposa y, por este motivo, posiblemente podría no ser atendido en su petición del perdón por los pecados de todo el Pueblo de Israel.
En el curso de las ofrendas de sacrificios, el kohén tenía que cambiar su ropaje cinco veces, previa inmersión cada vez en una mikvé, la piscina ritual. En el cumplimiento de sus obligaciones durante el resto del año, el kohén se cubría con unas ocho vestimentas que contenían hilos dorados, para el oficio religioso. En Yom Kipur, en cambio, y en señal de humildad vestía cuatro túnicas simples de lino blanco. El lujo y la ostentación no son compatibles con la petición por el perdón que ese día era el propósito esencial del kohén.
Por lo citado del ritual de ese día, es evidente que nuestra celebración actual de Yom Kipur difiere mucho de la majestuosidad y solemnidad de los tiempos del Beit HaMikdash. El ritual se centraba, en aquel entonces, en el kohén el cual tenía que realizar una serie de sacrificios y abluciones y tenía que obtener la kapará, que es la absolución y el perdón por los pecados cometidos por todos. Con la destrucción del Beit HaMikdash, el Pueblo judío quedó inconsolable porque desconocía si había una manera tradicional diferente para obtener anualmente el perdón Divino. Pero el genio de nuestro Pueblo no permaneció inerte. La Sinagoga, con su enseñanza de que la palabra y la oración son el auténtico “servicio del corazón” en la feliz expresión del Talmud, ofreció una alternativa al Templo de Jerusalém.
Efectivamente, durante el transcurso de las oraciones de Yom Kipur, se “recita” el orden de los sacrificios y se rememoran todas las actividades del kohén en ese día. Uneshalmá farim sefatenu, “y nuestros labios ocuparán el lugar de los toros”, (los animales que eran sacrificados) esta frase del profeta Hoshea, ofreció un texto bíblico de apoyo, para la sustitución de los sacrificios por las oraciones.
Puedan nuestras oraciones elevarse con prontitud y llegar a las alturas celestiales trayéndonos el perdón y la absolución, así como también nuevas esperanzas para el futuro.
¡Shabat Shalom!
Rabino Efraim Rosenzweig