Vaetjanan

By agosto 8, 2025 Parashot
8 agosto 2025 / 14 Av 5785

Rabino Efraim Rosenzweig

(Deuteronomio 3:23-7:11)

El nombre de estos capítulos refleja el desánimo de Moshé cuando D’os le comunicó que no conduciría al Pueblo de Israel a la Tierra Prometida. Aunque estaba consciente de que no se podía alterar la voluntad Divina, Moshé oró, porque la oración es un reconocimiento del individuo de que su destino depende de D’os. Incluso cuando se piensa que no existe el mérito para la reconsideración, la persona debe orar, porque el acto de orar en sí mismo, cuando está acompañado de la sinceridad y del arrepentimiento, debe producir una alteración en la personalidad del individuo de tal manera que, después de la oración, debido al cambio que ésta causa, podría ser merecedor de una sentencia diferente.

 

Otro aspecto básico de la lectura semanal es el texto del Shemá Israel. Cuando le preguntaron a Rabí Akivá cuál era el gran concepto fundamental de la Torá, opinó que la frase Veahavtá lereajá kamoja, “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”, era la enseñanza cardinal. No hay duda de que ésta expresión condensa un principio fundamental del judaísmo, lección que Hillel utilizó en su versión alterna cuando respondió a la persona que quería aprender la base del judaísmo mientras estaba de pie, apoyado en una sola pierna: “No hagas a tu prójimo lo que para ti es odioso”.

 

No obstante, lo antedicho, la frase Shemá Israel encarna el mensaje ideológico y teológico esencial del judaísmo en contraposición a un entorno idólatra. Este principio es la existencia de un solo Dios, afirmación que incluye la hermandad existencial de los seres humanos, porque implica que fuimos creados por el mismo D’os, el D’os único.

 

El Midrash testimonia que los primeros en enunciar esta frase fundamental de la tradición judía fueron los hijos del tercer patriarca, Yaacov. Cuando Yaacov estaba próximo a morir, no podía descansar porque temía que sus hijos olvidaran después sus enseñanzas. Por ello los interrogó acerca de sus creencias y ante esa pregunta respondieron: Shemá Israel (nombre alterno del patriarca), HaShem es nuestro D’os, HaShem es único. Después de escuchar esta afirmación inequívoca de fe, Yaacov se despidió de este mundo para reunirse con su padre y su abuelo: los patriarcas Avraham y Yitsjak.

 

En este sentido, Rambam hace una reflexión importante. Mientras las cosas materiales se pueden fraccionar porque siempre existe algo que es más pequeño, hecho que se demostró con la división del átomo que se está compuesto de partes o partículas cada vez más pequeñas y difíciles de medir. En cambio, señala Rambam, la frase HaShem ejad, que afirma que D’os es uno o único, implica que es indivisible. D’os es un todo que no se puede fraccionar ni partir. Si consideramos que la singularidad del ser humano radica en que D’os le insufló su espíritu, siendo este el ingrediente espiritual que lo separa de las otras criaturas que fueron creadas por D’os, se puede asumir que este espíritu o alma es indivisible. Que tanto la inclinación por el mal como la tendencia a hacer el bien forman parte de un todo, son un elemento integral del alma. Tal vez la diferencia entre el bien y el mal –que son una manifestación de la misma fuente, el alma que tiene un origen Divino– es parte de una energía espiritual singular que se manifiesta de manera positiva o negativa solamente por su uso, debido a la conducta ética o inmoral que se escoge.

 

Así sentenció el rabino jasídico cuando le preguntaron cuál era la distancia entre el Mizraj y Maarav, el Este y el Oeste. El rabino respondió: ninguna. Basta con dar una vuelta de 180 grados sobre el mismo sitio para cambiar diametralmente la dirección de la mirada del individuo.

 

A fin de cuentas, la escogencia entre una conducta moral que se atiene a los imperativos indispensables para la convivencia en sociedad y un comportamiento que es indiferente al conjunto de leyes contenidas en la Torá, las Mitzvot, depende del individuo.

 

Shabat Shalom!