Vayejí

By diciembre 28, 2023 Parashot
29 diciembre de 2023 /17 Tevet 5784

Rabino Efraim Rosenzweig

(Génesis 47:28-50:26)

 

Los últimos capítulos de Bereshit concluyen en un ambiente de tranquilidad para el patriarca. En su lecho de muerte, el patriarca se refiere a cada uno de sus hijos y demuestra que los reconoce individualmente, sabe cuáles son sus defectos y virtudes, a diferencia de su padre Itsjak, quien es engañado por un hijo disfrazado.

 

Yaacov se ha residenciado en Egipto donde su familia dispone de los alimentos que escaseaban en la Tierra Prometida. Yosef, el hijo de su favorita, pero fallecida esposa Rajel, era el regente del país y, por lo tanto, no había razón de temer por el futuro. ¿Acaso estaba dispuesto Yaacov abandonar la tierra de su padre y abuelo por la abundancia del valle fértil del Nilo? El patriarca había pedido ser enterrado en Israel porque consideró que Egipto será más que una estación intermedia. El destino de sus descendientes estaba ligado ineluctablemente con la tierra que D’os había prometido a Abraham y a su estirpe. Incluso el exitoso Yosef, insistió que sus restos fueran incluidos en el futuro éxodo de Egipto.

 

¿Cómo evitaron los hebreos el proceso natural de la asimilación? El Midrash sugiere que se aferraron a varios elementos.

Mantuvieron vivo el hebreo, su lengua natal. Probablemente utilizaron el egipcio para comunicarse con los nativos, pero entre ellos, continuaron utilizando la lengua paterna.

 

Está claro que idioma no quiere decir la simple sustitución de mesa por shulján, por ejemplo. Idioma es una manera de pensar, incluye los valores, las prioridades en la vida. Idioma refleja una cultura. En la civilización hebrea no existe el imperativo de creer en D’os. La Torá nunca lo exige y empieza directamente con el relato de Bereshit, “en el principio D’os creó el cielo y la tierra”. No se exige creer D’os, porque D’os es un postulado axiomático. El universo es inconcebible sin el Creador. No se contagiaron de la idolatría egipcia porque sentían a D’os en su medio.

 

El episodio de la “venta” de Yosef y sus consecuencias habían profundizado su certeza sobre la existencia de D’os.

¿Acaso el mismo Yosef no había esgrimido el argumento que los celos entre los hermanos había sido el mecanismo utilizado por el Creador para asegurar el sustento de la familia en la época de la hambruna? Los sucesos formaban parte del destino que Dios había diseñado para el pueblo hebreo.

 

El segundo elemento que impidió su asimilación fue la retención de su estilo de vestir. No sucumbieron ante la avanzada moda egipcia. El Talmud, por ejemplo, insiste que el erudito, el estudioso de la Torá, debe ser celoso de su vestimenta. Incluso en nuestras culturas, los uniformes son representativos de la investidura en el sacerdocio, las policías y fuerzas armadas. La mujer da testimonio que se humor y aprecio propio, en cierta medida, es una función de su vestimenta. Pero hay algo más, al retener el vestido original, la persona exterioriza su deseo de retener su identidad y transmite un mensaje firme al prójimo: la voluntad de permanecer fiel a lo que es y la indisposición al cambio de identidad.

 

La retención del nombre es el tercer elemento que aseguró su fidelidad a la tradición ancestral e impidió la asimilación total al ambiente egipcio. En los Estados Unidos, por ejemplo, es difícil reconocer al judío por su nombre.

Por diversas razones y no siempre de carácter asimilatorio, muchas personas sufrieron cambiaron su nombre. Algunos lo hicieron por temor, para no ser fácilmente identificables por algún antisemita. Una larga historia de persecución puede absolver esta precaución. Sin embargo, conduce invariablemente a una pérdida, aunque sea sólo parcial, de la identidad.

 

La razón básica que permitió la resistencia a la asimilación en el sentido negativo de este concepto que es la pérdida de los valores ancestrales, fue el hecho que Yaacov fue a Egipto con su familia. De haber permanecido alejado de su familia, Yosef se habría integrado totalmente al entorno que finalmente lo había acogido y habría olvidado sus raíces.

Sólo gracias a la presencia de la familia, en su totalidad, pudieron resistir las tentaciones del ambiente seductor egipcio.

 

El judaísmo empezó como una empresa familiar con Abraham y Sará. Se mantuvo a través de las edades no obstante las innumerables vejaciones y persecuciones porque el núcleo básico, la familia, siempre estuvo bien definido y constituido. Al contrario, la adversidad sirvió de agente catalítico para profundizar estos lazos que hasta el presente constituyen el haber más importante: el sentimiento de seguridad e inclusión que significa la existencia de parientes en todas partes del planeta.

 

Shabat Shalom!