(Levítico 6:1-8:36)
Este Shabat leemos en la Torá la parashá Tzav, la segunda del sefer Vaikrá y es llamado Shabat Hagadol por ser el sábado anterior a Pesaj.
El sistema y el orden de los sacrificios son el tema principal de nuestros capítulos. La Torá detalla los diferentes momentos y razones para el ofrecimiento de un korbán, que es un sacrificio. En lecturas anteriores de la Torá se nos había participado que un korbán tenía que ser mikem, “de ustedes” o sea, que la ofrenda en su esencia requiere el ofrecimiento personal, porque sacrificar implica dar algo de sí mismo.
El orden de nuestros rezos diarios se rige por los sacrificios del Beit HaMikdash. Apoyándose en el hecho que había un korbán denominado tamid, los jajamim ordenaron un servicio diario denominado Shajarit, que debe recitarse en las primeras horas de la mañana y que coincide con el horario de este sacrificio. Para recordar las ofrendas del incienso, en las tardes, sobre un altar dorado, mizbéaj hapenimí, se instituyó el servicio de Minjá. Según el Zóhar, la recitación del orden del ofrecimiento del incienso, sirve para remover las impurezas del mundo, para que las plegarias sean atendidas. Igualmente se sugirió la recitación de Arvit o Maariv para hacer alusión al ofrecimiento de las horas de la noche. Dado que en los días festivos se ofrecían ofrendas adicionales, nuestros rezos reflejan este hecho con la inclusión del servicio de Musaf.
El culto dentro de la Sinagoga es, por lo tanto, un eco de lo que acontecía en el Templo de Jerusalem y el hogar de cada uno tiene ciertas características que, igualmente hacen alusión al mismo Beit HaMikdash. La mesa de la casa debe considerarse como un altar y los alimentos como sacrificios, así opinan nuestros jajamim. Por lo tanto, nos lavamos las manos antes de comer, porque el kohén, según la instrucción bíblica tenía que lavarse las manos antes de la ofrenda. En el Beit HaMikdash había un kiyor, un recipiente con agua santificada de donde se derramaba ese líquido sobre las manos y los pies del kohén antes de los sacrificios.
Debemos notar que las infracciones intencionales no podían expiarse con un korbán. Los sacrificios no son artefactos para “faltar a la ley” y luego arrepentirse. El korbán es un instrumento de acercamiento a la divinidad, ya sea en los momentos de alegría o en los de recogimiento.
Aunque carecemos hoy de un Beit HaMikdash, el principio del sacrificio continúa vigente. En toda relación humana de importancia y significación se requiere de nuestro dar, de nuestro aporte personal y en última instancia, de nuestra entrega total.
Es por ello qué aún cuando las ofrendas como tales ya no se entregan más, seguimos leyendo lo que hacían nuestros antepasados en tiempos antiguos, pero ahora lo hacemos con la convicción de una entrega y aporte personal.
En estos tiempos difíciles de sacrificios y esfuerzos por la pandemia, podamos acercarnos más al Todopoderoso.
Shabat Shalom!
Rabino Efraim Rosenzweig