(Levítico 12:1-15:33)
El gran tema de las parshiot que leemos este Shabat: Tazria y Metzorá, es el Tumá y la Tahará, impureza y pureza.
El origen de la Tumá es la muerte, y cuando consideramos que la Torá es la fuente de la vida, la Tumá se convierte en una condición opuesta a la Torá. Más aún, la intensidad de la Tumá que puede producir un ser u objeto, está relacionada directamente con la vitalidad y la importancia del elemento en cuestión. De tal manera que, mientras más potencial y talento tenga, mayor será su emanación de Tumá después de la muerte. El ser con mayor grado de tumá es el individuo que contagia con Tumá a todo elemento que se introduzca bajo el mismo techo, cuando yace muerto.
A la persona que sufre de lepra se le considera en estado de tumá, porque esta enfermedad carcome la carne y anuncia el paulatino desmembramiento del individuo, el advenimiento de la muerte. De manera similar, una emisión de semen o de sangre, también coloca a la persona en un estado de Tumá.
La sangre es identificada como la portadora de la vida, incluso el alma, el espíritu reside en la sangre, mientras que el semen representa el potencial de la vida. Su derrame impide que surja la vida. El derrame de sangre o semen implican una muerte parcial. La impureza está asociada con la muerte y la pureza está relacionada con la vida. La vida como parte de la creación se identifica con la voluntad de D’os, y la muerte es una especie de negación del D’os creador
Es necesario destacar que la impureza no es necesariamente el resultado de la desobediencia o la impertinencia. Después de dar a luz, una mujer entra en un estado de impureza por cierto tiempo. El Kohén que atiende a un difunto cercano, por quien luego tendrá que observar el shivá, también se expone a la Tumá. O sea, la impureza no es necesariamente negativa, especialmente cuando se considera que todo proviene de D’os, tanto el bien como el mal que percibimos.
La Tumá es parte integral del universo que D’os creó. Tal vez la Tumá es indispensable para entender la Tahará. Si no existiera el mal, ¿acaso podríamos apreciar el bien? Si no existiera la pobreza, tal vez no existirían el altruismo y la generosidad. Las nociones de Tumá y Tahará tienen consecuencias en el universo de la espiritualidad.
En el caso de la lepra, la situación es diferente. Los sabios establecieron que Tsaráat, la lepra, es el resultado de un comportamiento moralmente cuestionable, una consecuencia del lashón hará, la mala utilización de la lengua para desprestigiar e injuriar moralmente al prójimo.
Mientras que en el pasado histórico habían consecuencias prácticas con referencia a la entrada al Beit HaMikdash, situaciones que impedían la participación de quien era Tamé, impuro, en la actualidad sigue vigente el aspecto espiritual, una imperiosa necesidad de actuar dentro del marco de la Tahará, la pureza espiritual.
El Metzorá, el enfermo de esa lepra espiritual, era aislado de la sociedad hasta que se purificara. Esta época de cuarentena y de aislación social, nos sugiere muchas reflexiones acerca de si no hay algún motivo espiritual detrás de esta pandemia, más allá de las razones científicas y epidemiológicas subyacentes.
¡Shabat Shalom!
Rabino Efraim Rosenzweig