(Deuteronomio 16:18-21:9)
Leemos este Shabat la parashat Shoftim, adentrándonos en el mes de Elul, el mes final del calendario judío. El tema de Shoftim, jueces, es un texto que impone la selección de jueces y alguaciles –en los portales de todas las ciudades– para dispensar justicia, porque en su ausencia, la convivencia entre los seres humanos es imposible.
El Shofet, no puede dar preferencia a persona alguna, su obligación primaria es con la justicia, que no puede estar sujeta a amistades o vínculos familiares. Incluso cuando uno tiene mayor carencia material que el otro litigante, el juez no puede inclinar la balanza a favor del más pobre si la justicia del caso exige un fallo diferente.
En este sentido, el Shofet no puede preferir o atender las necesidades de sus amigos o conocidos con mayor esmero o preferencia, todos debemos ser iguales ante la ley de la Torá.
En el caso de que un Beit Din, una corte, tuviera una duda acerca de la ley, el asunto tendría pasar a una corte superior hasta llegar el mismo Sanedrín.
Uno de los propósitos de este instructivo es que “las disputas no se incrementen dentro de Israel”, de acuerdo con el Talmud. Porque incluso el Sanedrín resolvía las cuestiones por unanimidad o por el voto de una mayoría; por ello, toda corte constaba de un número impar de jueces. La decisión tomada se convertía entonces en Halajá, la ley de la nación judía. Las diferencias de opinión se resolvían según la opinión de la mayoría, porque la Torá es el encuentro entre la Palabra de D’os y su interpretación de acuerdo con las normas que ella mismo dispuso, “Al pi harov”: de acuerdo con la opinión de la mayoría de los jajamim
Muchas sociedades no desarrollan su potencial porque la justicia no impera en su medio. El soborno y el tráfico de influencias suelen ser las vías preferidas en estos sistemas. La Torá advierte que el soborno es perverso y nadie es inmune a su vil influencia, enceguece incluso a los sabios y eruditos.
Los sabios en el Talmud, establecen como una de las siete mitzvot que debe cumplir toda la humanidad, no sólo los judíos, el establecimiento de tribunales de justicia.
Dice el versículo: Tsédek tsédek tirdof, “Justicia justicia perseguirás”. La repetición de la palabra Tsédek sirve para enfatizar la importancia suprema de esta virtud para la sociedad. Algunos exégetas sugieren, en cambio, que la repetición de la palabra debe ser entendida como una admonición, para que la justicia se consiga a través de métodos que sean justos. No se puede invocar la violencia y el engaño para arribar a una solución justa, porque cada paso, aunque sea considerado intermedio, también puede ser concebido como una meta por sí mismo.
Debemos ayudar a construir juntos una sociedad más justa.
¡Shabat Shalom!