(Éxodo 21:1-24:18)
La lectura de esta semana empieza con las palabras, veele hamishpatim, “y estas son las ordenanzas”, sobre las cuales comentan nuestros jajamim señalando que la conjunción “y” sirve para unir estas leyes con las que fueron promulgadas anteriormente. Las normas que fueron enunciadas en un capítulo anterior son los Diez Mandamientos. Por lo tanto, dicen los expositores, tal como los Diez Mandamientos fueron anunciados por D’os en el Monte Sinaí, lo fueron igualmente las leyes que les siguen. En consecuencia, en la tradición judía, se evita la jerarquización de las mitzvot a las cuales según la Torá estamos sujetos. Los Diez Mandamientos no tienen mayor obligatoriedad que otra ordenanza. Todas las mitzvot tienen vigencia e importancia equivalentes.
Nuestra parashá tiene una larga miscelánea de mandamientos de diferente índole que vienen a regular la vida en lo relativo a lo civil y comercial.
Muchos de estos mandamientos, son significativos avances para la época y significaban un adelanto para las costumbres de aquella sociedad.
Nuestros capítulos contienen la famosa cita, ayin tájat ayin, shen tájat shen; “ojo por ojo, diente por diente”, que ha servido para señalar que el judaísmo es excesivamente severo. Es la famosa y muy atacada ley del talión.
En realidad, el judaísmo predica la justicia como un imperativo primordial ,y lo antepone a otras consideraciones, tales como el amor. El dictamen del Talmud, “ojo por ojo” debe entenderse como la obligación de compensar a un agraviado por haberlo cegado. Desde luego que estiman el “valor material” de un ojo se presenta una enorme dificultad.
Entre las opiniones consideradas por el Talmud, pero rechazadas, se encuentra la que sugiere que en realidad hay que practicar exactamente “ojo por ojo”.
Hay quiénes sugieren que esa es la justicia más correcta, pero, añaden, que es imposible administrar justicia de esa manera, porque el ojo de cada uno tiene un valor diferente. Por lo tanto, la que se adopta es la compensación material.
Por ello podemos decir que no debemos interpretar el texto bíblico de manera literal, sino que este es mediado por el desarrollo de la ley oral que interpretó y contextualizó los versículos bíblicos.
¡Shabat shalom!