(Deuteronomio 7:12-11:25)
L a lectura de la Torá de este shabat es la parashat Ekev, que continúa mencionando el discurso de Moshé al Pueblo al acercarse el final de su vida.
Mientras la agricultura se nutría de las aguas del río Nilo en Egipto, la tierra de Israel dependía de la abundancia de la lluvia. Por ello, Moshé exhorta en nombre de D’os: “Vehayá im shamóa tishmeú el Mitzvotai”, “si van a obedecer mis instructivos con detenimiento”, para señalar que la abundancia o falta de lluvia será una consecuencia del comportamiento del Pueblo, de su acatamiento de las Mitzvot. Incluso los cielos y el agua que proporcionan dependen del comportamiento humano. Se podría pensar que D’os se ocupa únicamente de los cielos, las constelaciones y nebulosas que habitan el universo, el ilimitado cosmos que nos cobija. ¿A qué se debe el interés del Creador en el ser humano, que parece insignificante cuando se le compara con la vastedad del universo? Imposible responder con certeza. D’os se interesa en el ser que, por voluntad propia, escoge el sendero apropiado, el camino que tiene las señalizaciones proporcionadas por el conjunto de mitzvot.
De cierta manera, el liderazgo de Moshé tenía el objetivo de liberar al hebreo de la dependencia del milagro, de la intervención Divina en el quehacer cotidiano, para que hiciera valer su decisión propia e independiente. La Torá contiene un conjunto de instrucciones para que el ser humano tome las riendas en sus propias manos y, obligue a la naturaleza a responder de acuerdo con su conducta ética.
Algunos exégetas opinan que, en un principio, el asentamiento del Pueblo hebreo en la Tierra Prometida iba a realizarse de manera milagrosa, sin la necesidad de la guerra y la conquista. Aparentemente la idea fue desechada después del episodio de los meraglim, cuando el Pueblo demostró su desconfianza en la promesa Divina. Además, la manifestación de la voluntad de D’os a través de las Mitzvot es una guía para que la persona pueda valerse por sí misma y no tenga que esperar el milagro de D’os. La cura de la enfermedad proviene de D’os, pero se hace efectiva a través de las manos del médico, quien, después de un largo período de estudio y aprendizaje, utiliza el intelecto con el cual fue dotado para enfrentar y aliviar el padecimiento de la persona.
El ser humano valora lo que consigue con el sudor de su frente, el resultado de su empeño y tenacidad. ¿Acaso no se quejaron los hebreos por el sabor del man que caía automáticamente cada mañana desde los cielos? El aprecio por la Tierra Prometida nunca hubiera sobrevivido dos milenios de exilio si ésta hubiera sido otorgada directamente por D’os. Incluso el amor y la tenacidad por construir el moderno Estado de Israel se debe a la lucha, de los Jalutsim, no obstante, la hostilidad del entorno, tanto natural como humano.
Pero, a fin de cuentas, la historia del Pueblo hebreo es incomprensible sin la intervención Divina. Sin la Providencia de D’os, el hebreo no hubiera superado los desafíos y el infame intento de otros pueblos de destruirlo y borrarlo del mapa de la historia.
Ékev enseña que, debe haber una simbiosis, una combinación creativa, una sociedad en el cumplimiento de la mitzvá entre la divinidad y nosotros.
¡Shabat Shalom!