(Números 22:2-25:9)
L a parashá que leemos en este Shabat Balak, nos relata un episodio pintoresco en el que una burra habló. No es primera vez que un animal habla en la Torá. Ya en los primeros capítulos de Génesis vemos a una serpiente hablar. En nuestra parashá ocurrió cuando Bilam, el mago- hechicero que había aceptado la tarea de maldecir al Pueblo judío se dirigía al encuentro con Balak, rey de Midián. En el camino, la burra hizo un alto súbitamente porque un ángel de D’os se había colocado en el camino y le impedía continuar. Bilam no percibió la presencia del ángel y concluyó que el animal había entrado en un estado de rebeldía. Bilam golpeó a la burra debido a su negativa de continuar por el camino a Midián. En aquel momento, dice la Torá, D’os “abrió la boca del asna”, que alegó que siempre le había sido fiel a Bilam y, por lo tanto, no debió haberlo castigado.
Esta burra parlante se ha introducido en el folclor como un episodio pintoresco que, sin embargo, ocupa la atención de los exégetas. El Pirkei Avot incluye este evento, como una de las diez acciones de D’os en el crepúsculo del último día de la Creación. A primera vista, se podría pensar que había cosas más básicas y trascendentales que podían haber ocupado al Creador en aquel momento crucial. Por ello, tal vez se debe revisar nuevamente este episodio para descubrir cuál es la implicación o la lección que ofrece.
Es posible que los jajamim concluyeran que una burra que habla no constituye un milagro sino una aberración, una falla de diseño de la naturaleza. El gran milagro lo constituye el hecho que todos los burros rebuznan, los caballos relinchan y los perros ladran. Un burro parlante era una monstruosidad y no un fenómeno admirable. Por ello, incluyeron la “boca parlante” del burro de Bilam en el último momento de la Creación para señalar que este animal no constituía una “falla de fábrica”, sino que desde un principio había sido creada con esta facultad.
Solamente D’os podía otorgar la facultad del habla, incluso a una burra. Por lo tanto, Bilam debía obedecer las instrucciones de D’os cuando se valía de la palabra que debía ser utilizada para bendecir y no para maldecir
El episodio del animal que habla, tenía un objetivo didáctico particular para Bilam: su facilidad de palabra y profecía era un bien que D’os le había otorgado y que, de acuerdo con Su voluntad, podía ofrecer a otros, incluso a un animal.
Las facultades extraordinarias de Bilam podían haber sido utilizadas para fines malévolos. En efecto, existen los desastres en potencia con los cuales la naturaleza intimida constantemente al género humano. Sin embargo, el mayor peligro lo constituye el hombre mismo, quien, con astucia y mal utilizada sagacidad, puede amenazar la sobrevivencia de la especie. Más aún, el uso perverso de un intelecto desarrollado puede conducir a los mayores desastres.
Nuestros capítulos, enseñan, sin embargo, que la Providencia de D’os se hace presente y se vale incluso de un animal para frenar el indebido uso de las facultades que tienen un origen divino.
¡Shabat Shalom!